Hace un año Marcelo Clerc (45) y su marido acogieron a dos hermanos que, a sus 9 y 8 años de edad, ya habían vivido en una familia de acogida y, sin todavía poder volver con su familia de origen, corrían el riesgo de ser derivados a una residencia de Mejor Niñez. En este testimonio comparte cómo la vida de los hermanos se trenzó con la suya y cómo, sin nunca haber tenido una experiencia similar, se convirtieron en su familia temporal.
“Conocimos por primera vez a Francisca (9) y Lucas (8), nuestros hijos de acogida (sus nombres han sido cambiados para este testimonio), en septiembre de 2022 por videollamada. Antes de iniciar ese contacto, con mi marido, Tomás, estábamos ansiosos: nos preguntábamos cómo serían ellos y cómo reaccionarían al vernos. Cuando nos conectamos, al principio estábamos todos muy tímidos. La Francisca rompió un poco el hielo cuando en uno de los intentos de conversación yo dije “qué” y ella respondió “so”: “queso”. Todos soltamos risas y nos relajamos. Hoy nos sigue haciendo esa broma.
Recuerdo que la primera vez que nos hablaron de ellos fue en la reunión introductoria de María Acoge, el Organismo Colaborador Acreditado (OCA) del programa de Familias de Acogida Especializada (FAE) en la Región de Valparaíso, en la que nos contaron sobre el programa y cómo funciona: primero hay que elegir un programa de familia de acogida – en nuestro caso el de María Acoge –; luego debes decir cuántos niños y de qué edades podrías acoger; hay una serie de entrevistas y con eso evalúan si eres idóneo. Luego, en un proceso que puede demorar semanas, meses o años, te presentan a quién puedes acoger.
En esa reunión Tomás y yo dijimos que estábamos abiertos a recibir a más de un niño o niña, de más de 6 años. Eso, según lo que nos contaron, es menos común, ya que sobre los 6 años se consideran grandes y la gente, en general, opta por acoger a niños más chicos. Ahí la trabajadora social nos habló – solo a modo de ejemplo – sobre la historia de Francisca y Lucas: dos hermanos que en 2019 fueron separados de su familia biológica tras varias alertas levantadas por el Cesfam por vulneración de derechos, tanto por parte de sus papás, como de sus abuelos.
Para evitar el paso por una residencia – ya que el objetivo de las familias de acogida es hacerse cargo del cuidado temporal de una niña, niño o adolescente, mientras su familia biológica trabaja por recuperar sus habilidades parentales –, una primera familia de acogida los recibió, contuvo y entregó amor por tres años. Pero por motivos personales ya no podían seguir con ellos. A raíz de eso y de que aún su familia biológica no estaba preparada para ese reencuentro, a inicios del 2022 María Acoge comenzó a buscarles una segunda familia de acogida.
Prepararse para acoger
Siempre quisimos ser papás. Tomás suele recordarme que en nuestra primera cita – hace cinco años – le dije que mi sueño era formar una familia y que a él también le encantaría. Nuestra intención inicial era adoptar y después de que cumplimos cuatro años juntos decidimos dar el paso. Él es trabajador social y, buscando alternativas, apareció la opción de ser familia de acogida, que si bien no era adoptar, a los dos nos hacía mucho sentido.
Poder entregarle a un niño días, meses o años de estar en una mejor situación, de ser una persona que está dándoles cariño, molestándolos y conteniéndolos para evitar que lleguen a una residencia, nos parecía cuerdo. Lo que pensamos fue que nosotros podemos vivir la paternidad por fragmentos y a la vez querer a estos niños todos los días como si fueran nuestros para que, cuando se vayan, puedan hacerlo con esa base.
Entonces, ¿nos hacía sentido? Sí. Pero para tomar esa decisión primero nos apoyamos en Proacogida, una organización que se dedica a promover y acompañar a familias de acogida – tanto antes, como durante el proceso –, principalmente a través de charlas informativas. La primera charla a la que fuimos fue muy grata, porque pudimos escuchar a otras familias y sus testimonios, y entender el paso a paso del proceso para ser familia de acogida.
Poder entregarle a un niño días, meses o años de estar en una mejor situación, de ser una persona que está dándoles cariño, molestándolos y conteniéndolos para evitar que lleguen a una residencia, nos parecía cuerdo
Con la información en mano, lo segundo que hicimos fue inscribirnos en un programa FAE, que en nuestro caso fue el de María Acoge. Elegimos este por cercanía y porque nos gustó mucho cómo nos explicaron todo, aunque también había otras opciones como el FAE de Atención Directa de Mejor Niñez. Una vez inscritos en María Acoge, partimos el proceso de idoneidad, es decir, la evaluación para ver si podíamos acoger. Para eso nos hicieron dos entrevistas, una psicológica a cada uno por separado y otra en conjunto. Después tuvimos que rellenar varios formularios de evaluación psicológica y finalmente desde el programa fueron a visitar nuestra casa, para conocerla y ver si era segura.
Cerrada esa etapa, nos hicieron una capacitación sobre los distintos tipos de apego. Por eso cuando alguien dice: “Es que nadie te enseña a ser papá”, yo siempre digo: “Mmm, bueno, a nosotros sí un poquito”. Tengo que admitir que el proceso lo sentí eterno, pero eso fue en parte porque teníamos mucha ansiedad de que se concretara. Si desde el programa nos preguntaban “podrían el miércoles ir a …”, nosotros estábamos al pie del cañón: “Sí, podemos”. O si nos pedían “pueden enviar tal papel…”, “ya te lo mandé”, respondíamos antes de que terminaran la pregunta.
Después de alrededor de seis meses de proceso, nos dijeron que estábamos preparados para tener niños y que justo habían encontrado un caso que compatibilizaba con nosotros y viceversa.
En abril de 2022, apenas salimos de la primera reunión de María Acoge en la que la trabajadora social nos contó como ejemplo el caso de Francisca y Lucas, yo le dije a Tomás: “Ellos son”. Tal vez estaba siendo muy ansioso, pero me llamó la atención que los nombrara, como si ya los estuviesen visualizando en nosotros después de esa primera reunión. Aunque puede haber sido solo una coincidencia, en septiembre nos preguntaron si queríamos acoger a Francisca y Lucas y el 7 de octubre ya se fueron a vivir con nosotros. Para mí, fue como si nos hubiésemos encontrado.
Ser familia
Tuvimos un tiempo de inducción o transición en el que primero hablaron con los niños y les contaron que había que encontrar otra familia porque sus papás biológicos no estaban preparados para recibirlos. Yo pensé que los niños no lo iban a entender por la edad, porque cuando tú tienes siete años y llevas tres en una familia, como que esa ya es tu familia. Pero los niños lo entendían bastante bien, mejor de lo que yo esperaba. Eso era, en parte, porque la familia anterior y María Acoge siempre estuvieron con ellos explicándoles cada proceso.
En paralelo, a nosotros, nos pidieron que hiciéramos un álbum que les sirviera para conocernos y hacerse una idea de quiénes serían su nueva familia de acogida antes de vernos en persona. Entonces les hicimos uno a cada uno, uno donde sale “Para Lucas, con todo el amor del mundo” y el otro “Francisca, con todo el amor del mundo”. Partimos el álbum así: “Queremos contarles un poco quiénes somos, cuánto nos queremos, dónde vivimos y cómo es nuestra familia”. Nos preocupamos de que fuera un lenguaje simple y con fotos para que les pareciera entretenido.
“Nos conocimos el 15 de septiembre del 2018 y nuestra primera cita fue a comer en Valparaíso”, dice la segunda página. Sumamos nuestros signos zodiacales, colores favoritos, estatura y qué nos gusta hacer, porque esas son cosas con que las niñas y niños se quedan. Ellos de repente toman su álbum, lo revisan y me dicen: “Papá, ¿y esta foto dónde fue?”.
Luego de entregarles el álbum, las trabajadoras de María Acoge les contaron que estos serían los papás que tendrían y los niños se pusieron muy ansiosos. Después de eso venía una videollamada y querían tenerla altiro. Esa fue la primera vez que nos vimos, y luego nos vimos dos veces con ellos y la Trabajadora Social. Fue bueno que ella los acompañara porque después pudieron hablar y contarles su experiencia. Después tuvimos un encuentro solos, donde fuimos al Chuck E. Cheese y a comer pollo al Kentucky. Después de esa salida se vinieron a vivir con nosotros.
Hoy vivimos la rutina como cualquier familia: ellos van al colegio durante el día y con Tomás nos dividimos las pegas domésticas, a pesar de que yo estoy trabajando online. El otro día, él llegó tarde y le dije: “Ya, anda a acostarlos”, y de repente subí y lo vi con Lucas tocando la melódica. Aunque pensé en decirle que tenían que irse a dormir, no lo hice, porque al final era su momento para estar y compartir con ellos.
El pasado 7 de octubre celebramos nuestro primer año como familia y fuimos al mismo lugar al que salimos por primera vez juntos: al Chuck E. Cheese y al Kentucky. Si bien les comentamos que fuimos ahí por este primer año de familia, para ellos lo entretenido era ir de nuevo a esos lugares, porque son niños. Es increíble ver cómo se han entrelazado nuestras vidas, porque si bien nosotros llegamos a la suya, ellos sin duda llegaron a marcar la nuestra.