Por: Elisa Mena
Catalina Littin, directora ejecutiva de la Fundación para la Superación de la Pobreza (FUSUPO), es parte, junto a otros 12 integrantes, de la primera generación de líderes del programa Comunidad de Liderazgo Colunga, iniciativa que busca la formación y articulación de líderes y agentes de cambio dentro de las organizaciones de la sociedad civil para maximizar su capacidad de impacto en las comunidades donde se desenvuelven. En esta entrevista reflexiona sobre los orígenes de su propio liderazgo y de los desafíos que enfrenta el sector en Chile.
-¿Cuándo me di cuenta de que ejercía un rol de liderazgo o que otros me consideraban líder?
Sentada en su oficina ubicada en Providencia que se ve a través de la ventana de zoom, Catalina Littin, desde hace cinco años directora ejecutiva de la Fundación para la Superación de la Pobreza y desde inicios de 2024 integrante de la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga -iniciativa que busca la formación y articulación de líderes y agentes de cambio dentro de las organizaciones de la sociedad civil para maximizar su capacidad de impacto en las comunidades donde se desenvuelven-, reflexiona un rato antes de responder.
–Creo que podría dividir en dos la respuesta, a ver si al final llegamos a una- dice riendo. Yo he tenido la suerte y el desafío permanente, desde mis inicios laborales, de ocupar cargos de liderazgo, en equipos de distintos tamaños. Por lo tanto, el ejercicio de liderazgo llegó a mí muy pronto en mi vida. Y no es que haya tenido conciencia de que yo ejercía un liderazgo. Como la comunicación es mi campo (es periodista de profesión), la comunicación estratégica siempre ha sido mi área de atención y de acción, y es una herramienta que ocupo permanentemente en mis relaciones profesionales. Por lo tanto, creo que tengo atributos de mediación que sirven en las negociaciones y en la elaboración de proyectos de colaboración con otros.
Pero para ser parte de la Comunidad de Liderazgo no se postula, sino que alguien te recomienda. Y eso significa que otras personas ven en ti rasgos de una líder.
–Más allá de la fuerza de trabajo que yo le he puesto a lo que he hecho junto a otros, la invitación de Colunga para ser parte de esta Comunidad fue para mí una bella sorpresa, porque quiere decir que todo ese trabajo colaborativo realizado durante años en distintos espacios, distintos proyectos, surgió, mostró y aportó en algo significativo a otros. Eso es sin duda siempre sorprendente. Y es algo que agradezco profundamente.
Con el desafío de generar una red de impacto que integren liderazgos capaces de enfrentar de manera innovadora, ética y decidida los desafíos que enfrenta Chile, la Comunidad de Liderazgo Colunga, en su primera generación, reúne a agentes de transformación social con trayectorias potentes, entre ellos, María Jaraquemada, nombrada mediados de año consejera del Consejo para la Transparencia por el Presidente Gabriel Boric, y Raúl Valdivia, director ejecutivo de Fundación Sonrisas, organización sin fines de lucro que busca dar solución a los problemas de salud bucal que afectan a los niños, niñas y adultos más vulnerables del país. De hecho, juntos los tres participaron en la pasantía Decision Making Leadership, que es parte de la formación del programa, de la que acaban de llegar de Harvard.
¿Cómo le explicarías a alguien que no la conoce de qué se trata esta Comunidad de Liderazgo Colunga?
–Diría que es un espacio de aprendizaje y de colaboración único, en donde los egos desaparecen, en donde las defensas corporativas desaparecen y aparecen simplemente los seres humanos que en determinados momentos tenemos responsabilidades distintas a otros. Es un espacio de construcción de comunidad y de equipo. No porque tengamos que hacer un proyecto en conjunto, sino porque podemos encontrar soluciones a problemas comunes en conjunto. Juntarse desde la honestidad, la humildad, desde las distintas dificultades que enfrentamos, y poder fortalecernos de manera armónica y sincrónica, porque no nos salvamos solos. Necesitamos encontrar esa música, esa sincronía que nos mueva en conjunto a lograr un país más justo, más digno para todos y todas.
La niñez hoy en Chile requiere urgencia, requiere prioridad, requiere el esfuerzo mancomunado y sincrónico de todos los sectores, porque el futuro no tiene el mismo tiempo que tiene la política.
¿Dónde crees que está la raíz de tu liderazgo?
–Eso es algo que viene desde mi niñez y luego encajó bien en el campo laboral. Yo provengo de una familia que salió al exilio en el 73. Yo tenía ocho o nueve meses de edad. Sin duda esa experiencia vital con padres muy jóvenes, con tres hijos, en un país distinto, tratando de recuperar la vida arrebatada o aparentemente arrebatada por un momento, hizo que ellos nos formaran y nos dejaran ser también personas muy autónomas. Siempre fuimos parte de decisiones difíciles, un verdadero equipo, siempre. Yo siempre digo que mi primer equipo fue mi familia, porque estábamos solos.
¿Qué pasajes familiares ves hoy que fueron clave en esa construcción de tu liderazgo?
–Mis padres son cineastas (Miguel Littin y Elizabeth Menz), por lo tanto tenían una vida absolutamente extraordinaria y fuera de lo habitual. Entonces contaban con nuestra colaboración permanente para poder desarrollar sus vidas familiares. Por lo tanto, esa autonomía, esa confianza otorgada por mis padres y mis hermanos, para mí siempre fue una grandísima oportunidad, un privilegio. Yo la aproveché y agradecí siempre, porque me permitió crecer con mucha libertad, pero también con mucha responsabilidad y con un sentido de cuidado y protección hacia el resto muy grande también. Creo que eso es algo que he podido cultivar y llevar también a los espacios laborales de los cuales he formado parte y creo que son elementos importantes de liderazgo, más allá de donde se desarrollen, porque finalmente el cuidado, la protección, el estímulo, la colaboración, son parte de los gatilladores, de las teclas que estamos tocando permanentemente en nuestro trabajo y en la sociedad civil aún más, porque el compromiso es un corazón vital dentro de nuestro hacer.
Luego de años en México y España, Catalina regresó a Chile con 17 años, consciente de que era dueña de un acento indefinido, de que tenía que librar su propia batalla por el arraigo en su país de nacimiento pero donde no había vivido hasta entonces, y también de que sus años afuera habían forjado en ella una gran capacidad de adaptación y resiliencia. Así, tras estudiar Periodismo, entró a trabajar en la Asociación Chilena pro Naciones Unidas, donde en su rol de Jefa de Comunicaciones trabajó por la promoción de los derechos infanto-juveniles en Chile. Junto con llevar a cabo las comunicaciones institucionales, su paso por ACHNU le permitió formar parte de proyectos de intervención social, investigaciones y elaboró manuales de comunicación comunitaria.
Entonces apareció la oportunidad de sumarse al equipo de la Fundación Superación Pobreza donde primero fue directora nacional de comunicación estratégica -y promovió la Alianza Comunicación y Pobreza, que durante años ha sido clave para que medios de comunicaciones en Chile difundan desafíos sociales-, hasta hace cinco años que asumió como directora ejecutiva. Un desafío no menor, considerando que FUSUPO, que tiene presencia a lo largo de todo Chile, anualmente moviliza, en promedio, 300 profesionales jóvenes y 1000 voluntarios de educación superior a trabajar con las comunidades con mayores índices de pobreza y exclusión social.
En el camino, reconoce, ha tenido grandes referentes, que considera parte de su inspiración. “Personas que han sido de una generosidad enorme, con sus propias experiencias, con su conocimiento y amistad, como Francis Valverde (actual directora ejecutiva de ACHNU), Leonardo Moreno (actual jefe de Políticas Públicas de la Presidencia y, en su momento, director ejecutivo de FUSUPO), Benito Baranda, Rodrigo Jordán y tantos y tantas otras personas importantes en este trayecto profesional”.
Tienes muchos años de experiencia. Uno podría creer que a más años, mejor dominio del liderazgo. Ahora que eres parte de la Comunidad de Liderazgo Colunga, ¿qué problemas comunes has compartido con tus compañeros del programa?
–Por una parte, la motivación es un factor al que hay que ponerle atención. Los seres humanos nos movemos en base a la motivación, más allá de dónde trabajemos, y cuando la descuidamos, justamente se producen problemas. Otro problema tiene que ver con cómo entendemos la gestión, el cumplimiento de metas, cómo damos por obvio procesos y acuerdos que no hemos tomado previamente. Y las expectativas, que también son un gran campo de acción. Muchas veces las jefaturas o quienes estamos a cargo de los equipos tenemos expectativas de cumplimiento, tiempos, calidad, que no son lo suficientemente bien transmitidas, comunicadas o puestas en común, y los equipos requieren conocerlas, entenderlas, compartirlas también. Sobre todo nosotros que trabajamos en espacios de alta colaboración, necesitamos compartir que esas expectativas sean cumplidas en los tiempos y en las formas que todos esperamos. Este tipo de acuerdos son verdaderos engranajes de tomas de decisiones permanentes que muchas veces pasan desapercibidos o son de alguna manera atribuidos a tal o cual personalidad. Pero en realidad hay método, en realidad hay modelos, hay cuestiones que uno puede poner en práctica para hacer que esos espacios de tomas de decisiones tengan una base de comunicación estratégica, una base de liderazgo suficiente y tengan una base de gestión compartida.
Vienes llegando de una pasantía internacional en Harvard, formación que es parte del programa de Comunidad de Liderazgo Colunga. ¿Qué viste afuera que es de valor para ti y para Chile?
–Vi un grupo humano muy diverso, con responsabilidades profesionales bien distintas, preocupadas de mejorar justamente sus procesos de liderazgo bajo códigos comunes. Lo que encontramos en ese espacio es una alta convergencia respecto al tipo de problemas, nudos, que más allá de dónde vivas y trabajes, se producen más o menos de manera similar. Y esa coincidencia, finalmente, es humana. Y creo que otro de los aprendizajes en esta pasantía fue explorar en profundidad los sesgos y los distintos modelos de pensamiento que están presentes en todos nosotros en los procesos de comunicación efectiva y en el ejercicio y desafío de tomar mejores decisiones para el logro de los distintos propósitos.
Desde tu recorrido en esta comunidad de líderes, entendiendo que han estado en red y que se ha trabajado con más compañeros de diferentes áreas, que no es un camino en el que uno va solo o sola, ¿cuáles son los principales desafíos que pudiste detectar en tu área desde el punto de vista del liderazgo?
–Desde mi punto de vista, creo que donde saqué mayores lecciones fue en el manejo de crisis, de negociación y de comunicación efectiva. Creo que esos tres campos son definitivamente cruciales. Hay cuestiones muy valiosas que debiéramos en la Comunidad comenzar a ensayar para encontrar, o mi obsesión es poder encontrar una sincronía en las formas, en los contenidos y en los propósitos más globales, más generales, independiente de dónde estemos parados hoy.
Uno parte de la base de que todos somos lo mismo en el campo de la sociedad civil. Y no, somos distintos, pensamos distinto y no estamos de acuerdo en todo. Somos como cualquier otro sector en ese sentido y creemos conocernos más de lo que realmente nos conocemos. Creo que esos nexos y esos vínculos que hemos logrado entre quienes integran la Comunidad de Liderazgo, van a marcar un antes y un después en muchas de las acciones, en muchos de los desafíos que vienen para adelante. Pero hay que darle tiempo. El liderazgo no es solo una función respecto a un rol que a uno le toca ejercer en determinado momento, sino que es el desarrollo de habilidades, expectativas y de responsabilidades, no sólo para los equipos con los que uno trabaja, sino para las comunidades, para el desarrollo del país, para encontrar una forma incidencia más articulada que permita que el país mejore su tono de conversación, su diálogo, mejore la confianza y la cuestión social que tanto nos está haciendo falta.
Las comunidades con las cuales nosotros trabajamos, si bien están en contextos de altos índices de pobreza, de aislamiento multidimensional, de pobreza multidimensional y aislamiento, son comunidades con un importante patrimonio.
En tu trabajo te toca trabajar con las comunidades con mayores índices de pobreza y exclusión social. ¿A partir de eso, cuál es tu visión de Chile hoy y dónde necesitamos crecer?
–Wow, esa pregunta es como LA Pregunta (se ríe). Mira, nosotros (Fundación Superación Pobreza) desde que se fundó y levantó su primer diagnóstico a nivel nacional, concluyó en pocas palabras, que si bien la pobreza era un desafío, por supuesto monetario, el mayor era de equidad y de integración social. Creo que esos dos conceptos, a 30 años desde que esta institución inició su trabajo, siguen tan vigentes como nunca.
Hemos avanzado de manera importante en disminuir la pobreza por ingresos, eso es indiscutible. Sin embargo, no podemos decir lo mismo en términos de equidad e integración social. En ese sentido, me parece que hoy el mayor desafío se encuentra en esos dos pilares. También en la protección del patrimonio social que tiene Chile, porque las comunidades con las cuales nosotros trabajamos, si bien están en contextos de altos índices de pobreza, de aislamiento multidimensional, de pobreza multidimensional y aislamiento, son comunidades con un importante patrimonio.
¿Qué quieres decir con que son comunidades con un patrimonio importante?
–Tienen recursos propios que se han sostenido, protegido, cultivado en perfecta soledad y muchas veces en el abandono tanto del Estado como del sector privado, de la inversión, de las oportunidades. Proteger ese patrimonio y ponerlo a la luz y al servicio del desarrollo de Chile es nuestro máximo desafío hoy, porque creemos que es clave para el futuro del país.
En un momento, en un contexto tan complejo, de múltiples crisis medioambientales, de superposición de crisis sociales, económicas, en donde construir confianza y desde la integración y la participación, ponernos a todos sentados en la misma mesa a colaborar con el desarrollo del país, nos parece que es un desafío enorme, en donde se requieren tantas y tantas manos, y tantos esfuerzos, pero sobre todo la voluntad y la convicción de pensar que ese otro, que es distinto a mí, tiene algo que yo no tengo y que se necesita y que se requiere ahí.
Tomando tus palabras, considerando que estamos cruzando un momento de múltiples crisis en nuestro país, ¿qué rol debería cumplir hoy día la sociedad civil, especialmente pensando en el bienestar de las niñeces, que es uno de los ejes motores de Colunga?
–La sociedad civil tiene un rol tan importante en los sistemas democráticos, es uno de los pilares de las democracias en general. Ha desarrollado una capacidad de diagnóstico tremenda, tan pertinente. El último informe de Colunga al respecto es una prueba de ello. Por lo tanto, lo que toca es insistir, insistir, insistir con los actores que tienen responsabilidades, no por el diagnóstico, sino por las responsabilidades de lo que se puede solucionar. Y la sociedad civil también tiene un rol esencial en articular esas soluciones, en hacerlas pertinentes, que lleguen a las personas que tienen que llegar. Pero en eso tenemos una gran dificultad que son los tiempos. Siempre es el tiempo el gran enemigo de los cambios, porque las urgencias son hoy, ¿verdad? Y los tiempos de la política son muchas veces largos y discontinuos. En ese sentido, la niñez hoy en Chile requiere urgencia, requiere prioridad, requiere el esfuerzo mancomunado y sincrónico de todos los sectores, porque el futuro no tiene el mismo tiempo que tiene la política. Y, en ese sentido, estamos haciendo un sacrificio que es poco ético, que es inmoral en muchos sentidos, y al cual debiéramos abocarnos con sentido de verdadera urgencia, con un plan de corto, de mediano y de largo plazo muy definidos, que trascienda a los gobiernos de turno y que configure un gran acuerdo nacional por la niñez, por las niñeces en el país.