Por: Elisa Mena
Hace doce años la artista visual Paula de Solminihac fundó -junto a otros pares- el laboratorio de procesos creativos Nube Lab, para sensibilizar sobre la importancia de las artes en la educación y en la conformación de comunidades. A la cabeza de este proyecto ha ido descubriendo su rol de liderazgo, en el que ha profundizado como parte de la Comunidad de Liderazgo Colunga, proceso del que reflexiona en esta entrevista.
Buscando que la experiencia del arte sea parte de las comunidades y tenga un rol importante en la educación, tanto como las ciencias y las matemáticas, hace más de diez años la artista visual Paula de Solminihac fundó -junto a otros pares- el laboratorio de procesos creativos Nube Lab, con la misión de llevar las experiencias artísticas a distintos contextos, para transformar significativamente los entornos y la forma de ver y vivir la vida. Así, en su espacio reciben a estudiantes de distintos lugares con el fin de que conozcan el taller de un artista y, a su vez, trabajan con profesores para sensibilizar acerca de la experiencia del arte y el impacto social que tiene. A la cabeza de este proyecto, Paula de Solminihac ha ido descubriendo su rol de liderazgo del que, reconoce, no era muy consciente hasta hace poco tiempo, cuando la llamaron para ser parte de la primera generación la Comunidad de Liderazgo Colunga, instancia que busca formar y conectar a líderes y agentes de cambio dentro de organizaciones de la sociedad civil, para así potenciar su capacidad de generar impacto en las comunidades en las que operan.
A fines de septiembre, la integrante de la primera Comunidad de Liderazgo Colunga, participó en la pasantía internacional Leadership for the 21st Century impartida por la Universidad de Harvard, como parte del programa de Colunga. Esta experiencia, cuenta, le permitió valorar la oportunidad de intercambio entre pares de todas partes del mundo que entrega un sentido de pertenencia a una comunidad global.
¿Qué vista afuera, que es de valor para ti y para Chile?
–Hartas cosas, entre ellas la diversidad de personas que había y la oportunidad de conocer trayectorias de vida diferentes de las 80 personas en una sala de clase. Y me traigo especialmente el valor de esas instancias de intercambio, porque en ellas te das cuenta que en Chile estamos aislados. No sé si tiene que ver con el asunto geográfico o cultural, pero acá te sientes en una vida más o menos aislada. Y lo cierto es que en un intercambio te das cuenta que, si bien en ellas se encuentran culturas muy distintas, a veces los problemas son comunes y se repiten. Y esa oportunidad permite sentirte parte de una comunidad global que valora sus diferencias, pero que tiene muchas buenas prácticas que intercambiar.
¿Cuáles son los principales desafíos que ves en tu área de trabajo desde el punto de vista del liderazgo?
–Ser una fundación que promueve la educación artística es el gran desafío particular que tenemos. Muchos en la Comunidad de Liderazgo Colunga compartimos preocupaciones por las infancias, las niñeces, la educación primaria o básica. Eso es algo que tenemos en común. Pero en mi área de trabajo el desafío tiene que ver con sensibilizar que la experiencia artística y la educación a través del arte es igualmente importante que aprender lenguas, matemáticas, ciencias o educación cívica. Creo que el arte es una experiencia más o menos lejana en general a las personas. Entonces señalar eso que desconozco como algo necesario en la educación, es mi gran desafío y el de los artistas que trabajan en Nube.
Desde el valor de la experiencia artística y entendiendo el arte como un elemento transformador, ¿cuál es tu visión de Chile hoy y dónde necesitamos crecer?
–Qué desafiante-, responde riendo. -No sé qué opino del Chile de hoy. Quiero mucho el país en que vivimos. Asociando problemas con desafíos, necesita tener más tribuna, más espacio donde se puedan construir saberes colectivos. Pensando y viendo que la contracara de todo lo que quiero de Chile es ver cómo la política cada vez más se convierte en una especie de pelea de bandos opuestos, que si pienso distinto a ti, me vas a decir que no solo porque lo digo yo. Esa polarización que estamos viviendo como sociedad acá y en muchas otras partes, o la falta de respeto o aprecio por la diversidad, creo que es el mayor desafío que veo hoy día como ciudadana, no como Paula, directora de Nube Lab, o como artista. Ese respeto a cada uno de nosotros y la necesidad de más tiempo, para no andar tan acelerados, pasando a llevar todo con tal de lograr no sé qué, porque creo que hemos perdido el propósito. El para qué trabajo.
Somos un país maravilloso, con tremendas potencialidades, sobre todo en las personas que lo conforman y obviamente en sus atributos naturales que tiene, que son hermosos. El desafío es apreciarnos más todos juntos, y trabajar juntos por las cosas que nos parecen relevantes e importantes, y que no son las riquezas económicas, los US dollars. Creo que debemos volver a convertir el dinero en un medio para obtener cosas que son trascendentes y no como un fin en sí mismo.
El arte te permite conectar con tu ser animal, tu sensibilidad, tus sentidos, la vista, el oído, el tacto, con ese conocer que es muy propio de la niñez (…) Es una dimensión que nos acompaña el resto de la vida. Uno es cuerpo. Y a lo largo de ese proceso de crecimiento, el arte tiene la posibilidad de expresarte y de percibir un espectro que son las emociones, que no está en otras cosas que te enseñan en el colegio
¿Cuándo te diste cuenta que eras vista como una líder por otras personas?
–Cuando Colunga me señaló con el dedo (se ríe). Antes no, para nada. Siempre me consideré una persona súper trabajadora nomás. En Nube Lab ha sido súper orgánico. Cuando empezamos a trabajar no era una fundación, éramos un grupo de artistas. Me habían llamado a mí para armar algo, y ese algo se fue convirtiendo en Nube. Años después nos constituimos como fundación para poder solucionar cuestiones administrativas. Fueron llegando otros artistas y había que trabajar más. El arte es subvalorado, así que había que trabajar. Había que seguir haciendo clases en la universidad para poder hacer otras cosas. De repente en la universidad empezó a ser importante lo que estábamos haciendo en Nube, así que había que trabajar más todavía. Siempre me he considerado una persona organizada, buena para orquestar cosas, para coordinar. Me gusta mucho aprender y he aprendido harto. Quizás ahí he ido convenciendo a otra gente que es importante lo que hacemos.
¿Y cómo ha sido el proceso de asumirte a ti misma como una líder?
–Ha sido desafiante, más que por ser creída y decir ‘oh, qué bacán este título’. Es como chuta, es un desafío, es una responsabilidad y tengo que hacerlo bien. Te empiezas a cuestionar un montón de cosas súper basales.
No te debería decir esto, porque me dicen que lo digo mucho. Pero este año cumplí 50 años y ha sido un hito bien relevante. Estás en un momento en donde has logrado cosas, miras para atrás y dices que has hecho cosas, he hecho lo que quiero. Si me preguntas a mí cuál es mi desafío ahora, es cuidar lo que tengo y lo que tenemos. No me atrae estar en la punta del Everest, me atrae más cuidar lo que hay. Y eso está relacionado con respetarnos, valorar las diversidades, construir cosas entre todas las personas que se sientan convocadas por distintas facetas sobre un mismo tema.
¿Qué es lo más desafiante?
–Es la responsabilidad de hacerlo bien y delegarlo bien, de entregarlo. Yo no recibí nada, sino que construí algo, pero ya se construyó. Nube es algo. Es entregar eso que existe, de la mejor forma posible para las futuras generaciones.
¿Cómo describirías tu tipo de liderazgo?
–Chuta, no sé. Creo que soy buena para encontrar soluciones, de eso me doy cuenta. Puedo coordinar bien. Creo que también la gente se siente en confianza, soy buena para reírme. Supongo que eso le pone un toque de alegría. Es un liderazgo cercano y optimista.
En la sociedad civil somos distintos, pero perseguimos propósitos que a veces se conectan, somos un coro de voces. Creo que podemos contribuir en hacer pequeñas estaciones base, con los pies en la tierra, desde esas micro experiencias, a construir un un país más tejido, un país más respetuoso
¿Por qué la experiencia artística es importante para la niñez?
–Voy a recoger cosas que principalmente escucho de los profes y de los papás y mamás con las que interactuamos en distintas instancias en Nube. El arte te permite, primero que nada, conectar con tu ser animal, con tu sensibilidad, con tus sentidos, con la vista, con el oído, con el tacto, con ese conocer que es muy propio de la niñez. Los niños cuando son bebés están tocando, metiéndose toda la boca, escuchando, son sensibles a los entornos, porque el lenguaje no existe. Es una dimensión que nos acompaña el resto de la vida. Uno es cuerpo. Y a lo largo de ese proceso de crecimiento, el arte tiene la posibilidad de expresarte y de percibir un espectro que son las emociones, que no está en otras cosas que te enseñan en el colegio. Obviamente que tenemos esas instancias de orientación u otro tipo de acompañamiento psicológico, pero el arte no lo busca directamente, sino que es algo que te emociona. Una canción, una obra, una imagen que logra emocionarte. Te enseña los matices que tienen las emociones, tú no estás ni contento ni triste. Entre medio de todo eso hay un espectro, millones de matices de emociones que son mucho más complejas porque somos seres complejos.
Y por último, ayuda a conocer esa dimensión cognitiva que usamos para conocer con muchas más posibilidades. Por ejemplo, tú fuiste siempre malísima para la matemática, tú tienes la posibilidad de aprender desde las artes de una manera que te es más propia, por las dos razones que dije antes: porque eres tú, tu particularidad que estás viendo cómo comprender. Si se pudiera resumir todo eso, que sin duda no se puede, tiene que ver con el autoestima y con el proyecto de vida, con crecer y conocer, siempre conectada contigo misma. Ese es el gran valor que tiene.
La dimensión de la belleza y la dimensión estética, que se ha considerado, yo diría, en las últimas décadas como una cuestión superflua, es súper, súper importante para lograr otras cuestiones que tienen que ver con la comprensión sensible de los entornos, y eso como una posibilidad también de llevar una vida en mayor armonía ecológica, porque en realidad comprendes las cosas de una manera mucho más sensible y estética, y aprecias la belleza de, por ejemplo, una abejita rebotando arriba de una flor, pero eres capaz de verlo y de percibirlo y de apreciarlo y valorarlo. Lo que tratamos de mostrar en Nube, es que se pueden dar muchas aproximaciones. No hay una respuesta, no es una cadena causa causa efecto, sino que es un valor que está porque se desencadenan una serie de atributos y valores, no solo en la niñez, sino que, como dicen en UNESCO, es a lo largo, a lo ancho y en la profundidad de la vida.
¿Cuál es el rol que debería cumplir la sociedad civil hoy día para aportar al país y específicamente al bienestar de la niñez?
–En la sociedad civil somos distintos, pero perseguimos propósitos que a veces se conectan, somos un coro de voces. Creo que podemos contribuir en hacer pequeñas estaciones base, con los pies en la tierra, porque somos todos súper arraigados, desde el conocimiento territorial o el trabajo día a día que se produce en el territorio. Entonces es contribuir desde esas micro experiencias a construir un un país más tejido, un país más respetuoso.
¿Qué valor le das al programa de Comunidad de Liderazgo de Colunga?
–Creo que es reconocer el liderazgo, poder perfilarlo. Creo que varios de nosotros también pensábamos como que cool ser parte de un club de líderes. Que alguien te señale y desde ahí poder imaginar que puedes hacer cosas como las que comentaba, juntos.
Creo que es una oportunidad. Que exista un club de liderazgo o como sea que se llame, creo que es importante para que los propios directores ejecutivos, quienes estamos organizando las organizaciones civiles, digamos ‘ah, wow, tenemos un lugar en el mapa y podemos hacer cosas juntos’. Sostenerlo y mantenerlo, sobre todo siendo nosotros esta primera generación, es algo importante para esta comprensión de que somos algo y puedan emerger cuestiones desde la sociedad civil. Y tener herramientas más prácticas sobre cómo imaginar la sostenibilidad de estos proyectos que tienen que ver con trabajar juntos y con una serie de otros elementos. Es una herramienta muy práctica, que uno puede obtener de esta pasantía o de ingresar a este club, que sería más lindo imaginar como un club de socios, que se va organizando en torno a Colunga.