Integrante de la primera Comunidad de Liderazgo Colunga, Rafael Rincón, presidente y cofundador de la fundación Gastronomía Social, eligió un destino distinto al de sus pares: en vez de optar por programas de liderazgo en Estados Unidos o Inglaterra, partió a Uganda, a conocer el programa de la fundación Small Giants Academy, que busca convocar a líderes con marcado carácter socioambiental a través de un viaje intenso y profundo a la naturaleza. Aquí, sus lecciones.
Tu pasantía internacional fue distinta a las de los demás miembros de la comunidad de liderazgo. ¿Qué te marcó en esta experiencia?
Lo que yo buscaba en esta experiencia era aprender cómo la naturaleza nos puede dar respuestas que el ser humano intenta buscar dándole la espalda en muchos temas. Uganda es un país en el que el 85% de la población está relacionada con la agricultura familiar campesina, de alguna u otra manera. Es un país que por su, entre comillas, pobreza, se alimenta orgánicamente de frutas y verduras. No utilizan prácticamente productos químicos para la producción de las huertas de agricultura familiar campesina. Es un país que tiene una dieta diferente a la nuestra, con los niveles de “pobreza” que tiene, es una dieta que no es extensa como la nuestra. Nosotros si comemos lo mismo dos días consecutivos, nos deprimimos. Ellos no tienen ningún problema. Comen casabe, ñame, yuca, plátano, porotos, los mezclan y son felices. Así es en lo que yo observé del entorno rural, no las ciudades, el entorno rural. Y lo que me impactó fue cómo observando los ecosistemas complejos de la naturaleza en este país tan rico en flora y en fauna, puedo traer conceptos que inspiren mi trabajo como persona y mi rol como líder en la organización que presido y que hoy es mi espacio de trabajo.
¿Y cómo logran aplicar en las organizaciones de personas aquello que hay en la naturaleza?
–Haciendo analogías de lo que ocurre en los sistemas naturales y lo que ocurre en los sistemas humanos. Yo creo que la crisis del ser humano es una crisis que viene producida por darle la espalda a la naturaleza, por no sentirnos íntegros con ella, por no sentirnos como una parte de todo.
¿Por ejemplo?
–Mira, el primer ejemplo tiene que ver con que un ecosistema es medido por su riqueza dependiendo de la cantidad de predadores que tenga. Cuanto más predadores haya, más ricos son los ecosistemas. Cuando vas a la sabana ves que en el río Nilo conviven un cocodrilo al lado de un jabalí, de un pumba, al lado de un búfalo, y los tres están juntos, los tres son enemigos, y son predadores del sistema de alguna manera. ¿Por qué el cocodrilo no ataca al pumba si se lo podría comer? Y la respuesta es porque el río Nilo es muy rico en peces, entonces el cocodrilo no necesita comerse ese animal.
Chile es un país que en sus sistemas de desarrollo no proliferan los predadores. Si entendemos predadores como individuos, aquí no se fomentan los ecosistemas ricos. Es un tema cultural. Hay mucho individualismo. Por eso los animales que son individuales en estos ecosistemas, si bien son animales fieros y peligrosos, están condenados al ostracismo y a la soledad. De ahí que mi otra reflexión es acerca de la coexistencia. Como país no fomentamos la coexistencia de los predadores, cuando en realidad nos conviene estar juntos, nos conviene coexistir.
¿Cómo aplicas esta reflexión en tu equipo, luego de tu viaje?
Yo lidero una organización social que elabora proyectos de impacto múltiple, es decir, intentamos impactar restaurantes, a los equipos de trabajo de los restaurantes, a beneficiarios que son jóvenes. Yo quiero impactar a empresas para que entiendan que ellos pueden ser parte del cambio. A partir de ahora lo que digo es, ¿cuán rico es mi ecosistema? ¿Cuántos predadores hay en mi ecosistema? ¿Cómo invito a estos predadores a que sean parte? ¿Cómo les explico este concepto de la convivencia? Porque nos conviene en estos tres ámbitos estar juntos para mantener este ecosistema que es rico para todos y nos da recursos para todos.
¿Qué otro aprendizaje trajiste a tu regreso?
Algo que he llamado “la estrategia de la espalda plateada”. Un día caminando por el bosque con los guías aparecieron dos gorilas. Uno era un “espalda plateada”. Ese macho alfa nos observó y nos dejó pasar. Yo estuve observando todo el rato lo que hacía. Justo al lado de este río estaba la familia de gorilas, entre ellos él, y vimos cómo se relacionaban. El de la espalda plateada se iba moviendo de manera periférica, observando todo lo que estaba ocurriendo y permitiéndonos estar ahí a nosotros. Considero que ese animal era un buen líder, se notaba su presencia, pero estaba en silencio: dejaba que los individuos de ese espacio se relacionaran e interrelacionarán con nosotros. Entonces, yo me hago esta pregunta como líder, ¿estoy en silencio o no como líder? ¿Permito que ocurran cosas? ¿Estoy cerca? ¿Estoy muy cerca?, ¿Estoy tan cerca que puedo influir o estoy tan lejos que también puedo influir por lo lejos que estoy y mi ausencia que puede ser provocada?, ¿Estoy en ese término medio de lo suficientemente cerca pero lo suficientemente lejos? ¿Cómo es mi visión de lo que está sucediendo? ¿Es una visión parcial o es una visión periférica? Ojalá me pudiera parecer cada día más a un espalda plateada, que tiene esta manera de liderar. Esto es toda analogía natural, una pelada de cable maravillosa que ahora me ayuda a mí en mi día a día.
Sobre liderazgo, ¿cuándo te diste cuenta que otras personas te veían a ti como un líder?
–Cuando me hicieron presidente de curso con 15 años. Yo siempre he tenido el síndrome del impostor. No me lo esperaba y me eligieron.
¿Y por qué te eligieron?
–Por qué soy muy frontal, inclusivo, empático. Me apasiona mucho que lo que es justo desde la autoridad ocurra. Entonces generaba conflictos y enfrentamientos muy preparados con los profesores y los curas de mi colegio. Mis 13 y 14 años fueron muy contestatarios, pero siempre preparado. No me iba a discutir desde la ceguera, sino con data. Entonces eso llamó la atención de mis compañeros. Me imagino. Mi sentido del humor también. Me gusta que la gente se ría. Es bien difícil decirlo, pero yo creo que podrían ser esas cosas. Mi sentido del amor también. Para mí el amor es lo primero. Declarar amor y hablar de amor en los espacios de relación social, a lo mejor llamó la atención. Me volvieron a elegir al año siguiente. Pero al año siguiente, me echaron del colegio.
¿Por lo mismo?
–Sí, era un elemento incómodo para los autoritarios de mi colegio, que era muy autoritario. Pero yo creo que ahí abracé todo el tema de liderazgo social, porque me la jugaba a tope, creo. Y luego también en los trabajos de creatividad era bien solicitado porque me encanta crear colectivamente, que nos juntemos a que a hacer algo y me emociona lo que van a hacer, independiente de que yo tenga un espacio creativo muy grande, me emociona lo que pueden hacer sin que sepamos qué va a ser. Soy muy facilitador de la creatividad y me encanta que todas las personas reconozcan que son creativas y que pueden marcar la diferencia.
¿Cómo describirías tu liderazgo hoy?
–Soy muy intenso, aunque me equivoque. Mis principios personales y mis principios profesionales son los mismos. Creo que la valentía también es algo notorio en mí, ese espíritu de pionero, de jugársela, kamikaze. Doy mucho espacio a la creatividad de mis equipos. Me encanta que ocurran cosas sin que yo intervenga y doy espacio de crecimiento creativo y profesional. Soy muy disruptivo también. Empujo al equipo y lo invito a que piensen de manera colectiva en cualquier espacio de desarrollo. Sentido del humor también.
¿Qué cosas de tu historia crees que forjaron ese tipo de liderazgo?
–Yo he trabajado muchísimo tiempo en restaurantes. Desde que tengo uso de razón: los restaurantes eran el lugar de trabajo de mis padres. Entonces me encanta ser camarero, ser garzón, me fascina. El truco de un buen camarero es que la información está en el otro. Entonces lo único que tienes que hacer son buenas preguntas, y con buenas preguntas, sacas cosas que puedes llevar al espacio de trabajo, trabajarlas con el equipo basado en la escucha. Estar al servicio también es algo muy importante en mi vida. El líder tiene que estar al servicio, tiene que estar dispuesto a eso.
¿Cuáles crees que son los principales desafíos en tu área de trabajo desde el punto de vista del liderazgo?
–Yo creo que es convocar y promover un nuevo tipo de liderazgo convocante y solidario, que se sienta o provoca que en la mesa estén sentados no solo los que opinan como yo, sino aquellos que no opinan como yo, y hacer los máximos esfuerzos para convocarlos también. Y también creo que hoy el país necesita con extrema urgencia un cambio de narrativa.
Desde la innovación social, la gastronomía y el cuidado medioambiental, ¿qué visión tienes del Chile de hoy y dónde se necesita crecer?
–Creo que hay una gran oportunidad en Chile y su sistema alimentario, entendiendo que la gastronomía es el embajador del sistema alimentario, es un ejemplo para el mundo. Hay señales muy extraordinarias de lo que ocurre en Chile y lo que se puede hacer. Una generación de agrónomos, biólogos marinos, cocineros, enólogos, emprendedores que quieren o que están dispuestos a arriesgarse con temas muy emocionantes que tienen que ver con lo regenerativo mayormente, con innovación, de cambiar y crear nuevos sistemas que provoquen que Chile, con su gastronomía como embajador, sea un ejemplo para el mundo. Normalmente se cree que la gastronomía es básicamente Alonso de Córdova, los restantes pirulos y todo ese rollo. La gastronomía es mucho más que eso, la gastronomía va desde la semilla hasta el restaurante.
Un niño entre los 7 y los 14 años, genera sus gustos para el futuro. Si el niño tiene acceso a educación alimentaria de calidad, se va a convertir de todas maneras en un mejor adulto. Va a tener más herramientas para la autonomía, va a ser más creativo, más sociable, incluso va a ser un mejor consumidor
Entendiendo la gastronomía como embajador, ¿cómo puede impactar positivamente en la niñez?
–Todos los cocineros profesionales, productores de buenos alimentos, distribuidores de buenos alimentos, todos los camareros y personas de servicio de toda la industria gastronómica se ponen al servicio de la educación. ¿Cómo la Asociación Chilena de Gastronomía se sienta a hablar con el Ministerio de Educación y le dice queremos tener una voz en la manera en que nuestros niños comen en el colegio? Queremos que se nos invite. Porque la técnica no está en lo nutricional, que viene de la medicina solo, también está en el arte de cocinar y en el arte del producto.
Nosotros tenemos un programa que se llama Los niños se comen el futuro, que básicamente es cómo el pensamiento gastronómico interviene la malla curricular del colegio de primaria. Porque un niño entre los 7 y los 14 años, genera sus gustos para el futuro. Si el niño tiene acceso a educación alimentaria de calidad, se va a convertir de todas maneras en un mejor adulto, va a tener más herramientas para la autonomía, va a ser más creativo, va a ser más sociable, incluso va a ser un mejor consumidor, va a tener nociones de economía doméstica. Lo que nosotros hacemos es poner un solo ejemplo de que la gastronomía puede intervenir el sistema educativo. La gastronomía debería estar invitada a la hora de planificar una malla curricular en el sistema educativo, porque la alimentación es lo más importante. Hoy el 55 % de los niños de primaria es obeso. ¿Dónde está la gastronomía? Imagínate en restaurantes hacer un día de puertas abiertas para que los niños aprendan lo que es cultivar, lo que es preparar, lo que es cocinar, lo que es comer bien, lo que es compartir, educarse. El aspecto lúdico que reside en la gastronomía, aprendizaje, es extremadamente único. Creo que cuando la gastronomía invada los colegios de este país, va a generar maravillas.