El fútbol puede lograr que niñas y niños encuentren una forma de enfrentar la adversidad, sea donde sea. A través de la felicidad, la creación de comunidad y la inspiración, Fútbol Más busca romper una trayectoria de vulnerabilidad en la niñez y la adolescencia a través de habilidades psicomotrices y sociales.

Catalina Valenzuela tenía 9 años cuando se subió en la parte trasera de un auto de mudanza y le dijo adiós a su casa en el pasaje donde vivía en Iquique. Mientras comenzaba a avanzar por la carretera, a través de la ventana, vio convertirse en tierra el azul del mar que miraba todos los días cuando sus amigos la venían a buscar para jugar al fútbol en la calle. Era el año 2013, y se dirigían a El Boro, el sector más periférico de la comuna de Alto Hospicio, en la mitad del desierto. 

La mudanza se produjo porque su padre trabajaba en una empresa de camiones cuya sede  quedaba más cerca de El Boro que de Iquique. Además, parte de su familia vivía en el barrio. De hecho, cuando Catalina se bajó del auto, la recibió su primo y otros niños del sector. Al lado de la casa, había un vertedero, donde los niños se encaminaron a explorar hasta llegar a un cuadrado llano, un peladero donde se podía jugar tranquilamente a la pelota. Era su deporte favorito. Catalina recuerda hoy –con 19 años– lo que sentía cada vez que tocaba una pelota en la niñez:

“En el colegio me costaba quedarme quieta, siempre me paraba de la silla en clases, no ponía mucha atención y tampoco podía controlar mis movimientos. Pero creo que eso fue lo que me hizo querer jugar a la pelota desde que tengo memoria. No importaba si lo hacíamos con cajas, latas o botellas. El fútbol me lo daba todo, porque ahí podía poner toda mi energía”, cuenta.

Pasó un año desde que habían llegado a El Boro. Catalina ya tenía 10 cuando un día su primo tocó a la puerta. Venía con una invitación especial: se había abierto la primera cancha de la fundación Fútbol Más en el sector, y él se había inscrito en una de las categorías del programa “El Partido de Mi Barrio”, con el que la fundación buscaba fortalecer el trabajo de los líderes barriales que unen a la comunidad a través del juego, creando un espacio protegido para el desarrollo de la niñez en el territorio. 

El primo de Catalina quería que lo acompañara, pues cada niña y niño llevaba a su familia para que los vieran jugar desde las graderías.

La cancha era una luz en la mitad del desierto, tenía globos, estaba llena de gente, de colores, y los gritos se escuchaban desde lejos. No se parecía a nada que yo hubiese visto en mi vida”, dice. 

Una semana después, su mamá la inscribió en el programa de Fútbol Más. Ella lo intuyó: el deporte quizás podría ayudar a Catalina a canalizar su energía desbordante, síntoma de lo que luego se convirtió en un diagnóstico de hiperactividad crónica. 

Con la llegada de Fútbol Más a El Boro, aterrizó un método de aprendizaje de habilidades psicomotrices y sociales que, a través del deporte y el trabajo social, permite que la niñez y la adolescencia que crece en entornos  de pobreza pueda optar por un sistema de vida distinto. Esa es la misión que motivó la creación de la fundación en 2007. Desde entonces, a través de la felicidad, la creación de comunidad, la inspiración y el trabajo multisectorial de profesionales, buscan romper una trayectoria de vulnerabilidad en la niñez. 

Su método tiene una base poderosa: que las niñas y niños logren encontrar una forma de enfrentar la adversidad, sea donde sea. Esa línea de trabajo, que nació en Chile, hoy cuenta con 870 intervenciones en barrios y escuelas en más de 10 países –entre ellos Haití, México, Francia y Mozambique–, beneficiando a 142.000 personas. 

Catalina cuenta que a los 13 años fue cuando llegó su diagnóstico de hiperactividad. Pero el bucle de daño se venía formando desde antes y de a poco. Dice que partió cuando dejó su colegio en Iquique, cuatro años antes: “En la ciudad había una profesora que se hacía cargo de mí, porque yo desde pequeña no podía quedarme quieta. En vez de retarme, me ayudaba dándome más tareas cada vez que me paraba de la silla, me contenía y sobre todo me escuchaba”, dice. “Fue muy drástico dejarla, porque en El Boro me tocó un ambiente donde pasaba más afuera de la clase que adentro, los profesores no me entendían, y eso es muy complejo para una niña que además no tenía la personalidad para defenderse”.

Pero con Fútbol Más, sentía una motivación extra para después de las clases: se había convertido en un lugar seguro para ella incluso desde antes de que le dieran su diagnóstico. El método era el siguiente: en la cancha la recibía un profesor de educación física cuatro veces a la semana, que trabajaba con distintas categorías por edad. Para empezar, repasaban conceptos y valores, como por ejemplo, “la confianza’. Catalina cuenta: “nos hacían pensar qué significaba eso para nosotros, luego hacíamos lluvia de ideas y después de escucharnos, el profe nos explicaba para qué nos servía”. 

Después venía el deporte. “Practicábamos en circuitos, en pases, hacíamos movimientos técnicos, tácticos, y luego jugábamos un partido, siempre con las reglas de Fútbol Más: tarjeta verde y tarjeta azul”, agrega Catalina. Rodrigo Abarzúa (48), uno de los cinco fundadores de la organización e ingeniero civil industrial de profesión, lo explica:“Tarjeta Verde premia las conductas positivas, y Tarjeta Azul representa un desafío a mejorar que no se centra en un juicio. Todo acompañado de un tejido para potenciar la confianza, la expresión de emociones y la resolución asertiva de conflictos”.

Rodrigo cuenta que para él esa siempre fue la clave que inspiró crear el proyecto de Fútbol Más: “Cuando he tenido que resolver problemas en mi vida, la cancha es como mi ancla, y siempre vuelvo ahí en mi mente para solucionarlo. El fútbol te enseña fórmulas que pueden llegar a ser tan sencillas como reconocer un error, superar el miedo a caerte, celebrar y recordar cuando ganas, o no obsesionarte cuando pierdes”, dice.


La receta que está detrás de la transformación es que en el deporte y el trabajo social que  rodea este programa, hay una base psicomotriz y social que le dice a niños, niñas y jóvenes que tienen la capacidad de hacer algo bien. “El conjunto de herramientas que enseña (Fútbol Más) promueve que la persona rompa la trayectoria de vulnerabilidad que produce un bucle de daño”.

Marcela Hernández, Doctora en Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona y directora social de la Fundación Cicep Psicomotricidad.

Así, se va abriendo la posibilidad de auto-transformar la realidad –y enfrentar la adversidad– siendo joven. “Cada vez que un niño se siente competente y aprende a autogestionarse desde el buen trato, disminuye la brecha creada por los maltratos y los miedos. El resultado es que siente que tiene un rol en esta sociedad, y esa es la verdadera inclusión”, explica Marcela. 

Esa validación fue lo que le permitió cambiar a Catalina. Ximena Zamorano (33), profesora de Fútbol Más en El Boro, la conoció cuando ella ya tenía 16. “La Cata tuvo una transformación muy notoria para pasar de ser una niña tímida a una con una personalidad comunicativa”, cuenta.“Si ella no hubiese participado de Fútbol Más, probablemente nada le hubiese abierto las posibilidades para estudiar la carrera que ella misma eligió, porque El Boro es el sector más vulnerable, aislado y peligroso de Alto Hospicio, y eso podría haberla condicionado”. 

“Por eso Fútbol Más fue tan importante para mí”, continúa Catalina. “Las profes me dieron la bienvenida, y le dieron un sentido a mi necesidad de estar moviéndome. Me hicieron sentir que en vez de molestar, podía ayudar, y pasé de ser una niña extremadamente tímida, a una que podía liderar”

Catalina ahora tiene 19 años y es profesora de Educación Física de la organización en su barrio junto con Ximena. Además, le enseña el método a niñas y niños del sector de Lobito, lugar donde llega la niñez migrante más vulnerable. “Hoy es ella la que le enseña el valor del respeto, la comunicación, la resiliencia y los derechos a niños que ni siquiera tienen zapatos. Es un cambio impresionante”, cuenta Ximena, a lo que Catalina agrega que en un futuro, le gustaría enseñarle el método a la niñez que vive en residencias de cuidado. 

Fútbol Más está encontrando nuevos espacios de intervención para su metodología. Este año tienen un 52% de sus programas en los barrios y un 48% en las escuelas. El sueño es el mismo: que el deporte cambie la historia de una persona y de su comunidad. “Estas habilidades pueden ayudar a las niñas y niños a tomar decisiones que los lleven a ser más de lo que tal vez estaban destinados”, dice Daniela Noroña, directora ejecutiva de Fútbol Más. “Nos gusta imaginar que en el futuro, todas las escuelas puedan cambiar ‘Educación Física’ por ‘Deporte para el Desarrollo’, para que los niños potencien habilidades que los hacen felices”, concluye. 

El Partido de Mi Barrio” de Fútbol Más es uno de los 35 proyectos que desde 2016 han sido beneficiados por el Fondo Transforma de Fundación Colunga: una iniciativa concursable que, además de aportar financiamiento, acompaña a organizaciones que trabajan buscando soluciones a los problemas de la niñez de manera innovadora. 
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