“Siempre he sido reclamón”, dice el geógrafo Gonzalo Vial un día de octubre, mientras recuerda su infancia, tiempo donde solía jugar tenis de mesa en una escuela de la comuna de Recoleta. Con la misma pasión con la que se entregaba al ping-pong, hoy, décadas más tarde, dirige Huella Local, fundación a través de la cual él y su equipo promueven el desarrollo local haciendo posible procesos de articulación colaborativa en distintos territorios. Curiosamente la oficina también está ubicada en Recoleta, cerca de ese espacio donde, mientras crecía, hoy cree que comenzaba a gestarse el liderazgo que fue construyendo con el pasar de los años y que le ha permitido encabezar desafíos donde, en un principio, no ha habido prácticamente nada. Por ello, a principios de 2024 fue invitado a ser parte de la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga, iniciativa que busca la formación y articulación de líderes y agentes de cambio dentro de las organizaciones de la sociedad civil para maximizar su capacidad de impacto en las comunidades donde se desenvuelven. Y como parte de este programa, regresó a fines de septiembre de Estados Unidos, donde participó en la pasantía Leadership for the 21st Century (Liderazgo para el siglo XXI) en Harvard. 

¿Qué cosas que viste durante este viaje traes de vuelta como un ejemplo a seguir?

–Lo primero: el rigor en hacer las cosas bien. Me parece muy relevante ver cómo nada se improvisa y ver cómo esa ciudad (Boston) se articula como una ciudad universitaria. Aquí tenemos ciudades con esa potencialidad, pero no se articulan, por lo tanto rompen el concepto. En Boston se nota el valor de lo público: es una ciudad muy limpia, muy respetuosa al medio ambiente, con espacios públicos de primera calidad, que me parece que también tiene un valor importante, porque aquí nos debatimos mucho siempre entre lo que puede hacer el sector privado, el sector público, el Estado. Cuando uno ve los impuestos en el territorio así, permanentemente, es increíble, por las líneas de trenes, la conectividad, los parques, la universidad. El valor de lo público me parece muy rescatable, que también debiéramos mirar ahí cómo se hace ciudad de esa manera.

Durante la pasantía, ¿qué desafíos descubriste que tienes aún en tu liderazgo?

–El liderazgo es un trabajo que, en lo personal, he venido haciendo hace tiempo. Pero parte importante de lo que hemos aprendido (en los espacios de formación de la Comunidad de Liderazgo) y que se reforzó con la pasantía en Harvard, es que en nuestra tradición consideramos que el liderazgo es una condición vocacional que se basa en el carisma. Pero no siempre el líder carismático está necesariamente liderando bien los procesos, porque no siempre escucha, porque no siempre hace partícipe de las decisiones a su equipo. Creo que es el principal hallazgo: abrirse a la capacidad de crear espacios de escucha. Porque parte de lo que te enseñan es que hay creencias profundas. Por ejemplo: está indefectiblemente la figura del patrón, del jefe. Y ante esa figura hay personas dentro de los equipos que simplemente no se atreven a aportar o creen que no deben exponer sus puntos de vista, pero eso ocurre porque tú como líder no generas el espacio necesario para eso. Es muy distinto la forma de ser de uno a cómo generas metodológicamente espacios de escucha. Ahí hay una diferencia fundamental que hay que poner en práctica y es todo un desafío para quienes hemos fundado instituciones. De repente creemos tener per se la razón, porque quizás no la tenemos o no estamos viendo cosas que estamos haciendo mal.

¿Cuándo te diste cuenta que otras personas te veían a ti como un líder?

–Siempre he sido reclamón. De chico, cuando hacía deporte, mis compañeros se ponían atrás mío cuando yo me ponía a alegar. Yo jugaba ping pong en Recoleta, en una escuela -después jugué harto hasta representando a Chile- y éramos bien fanáticos. Entonces había veces que íbamos a pedir el espacio a deshora. “¿Nos pueden prestar el gimnasio para jugar?”. Y si nos decían que no, yo preguntaba por qué no. No consideraba lógico que yo estuviera en un gimnasio, quisiera hacer deporte y no nos pasaran el espacio. Te cuento esto porque hoy creo que las personas que son capaces de decir lo que piensan, de alguna manera comienzan a ejercer liderazgo. Y después, ya grande en el trabajo, comienzan a verte como líder sobre todo por ser muy comprometido con el trabajo. Creo que las personas que se comprometen con el trabajo son espejos de otras que vienen con ese mismo ímpetu. Entonces te empiezan a mirar como posible líder.

Yo creo que estamos en un pantano complejo. Hacen falta liderazgos distintos, pero también hay que crear las condiciones para que esos liderazgos surjan

¿Cómo definirías hoy tu tipo de liderazgo?

–Es difícil. Yo soy bien poco presumido con esto. No sé cómo decirlo, porque creo que en todas las aristas de ciertos conceptos tengo falencias. Entonces es difícil decir mira, yo creo que tengo algo bien inclusivo, pero chuta, quizás he fallado también en eso. Soy muy horizontal, pero me he encontrado con personas que no se atreven a hablar conmigo en la institución que dirijo. Entonces algo está fallando. Y por eso creo que lo que he aprendido (a través de la Comunidad de Liderazgo) es que hay metodologías para liderar. Hay universidad y programas, como el de Harvard, que van profundizando en las temáticas y probablemente nos llevan ventaja: nos muestran que no se necesitan todas esas condiciones, sino que cualquier persona puede liderar si conoce el método. 

Pero diría que el liderazgo en mí ha sido el poder guiar procesos de construcción. Siempre he llegado a lugares donde prácticamente no había nada. Cuando trabajé en Techo para Chile, en el sur, no había nada. Entonces armamos el área bien definitiva y creamos proyectos habitacionales. Después llegué al Servicio de Vivienda y Urbanización en reconstrucción: se había caído toda la región del Maule y trabajé como encargado de la reconstrucción. El Serviu estaba en siete oficinas y se había caído el edificio. No había nada tampoco. Después llegué a una empresa privada y el dueño de la empresa quería generar un área de vivienda social o integración social, tampoco había nada. Y Huella Local, que no era nada, era una idea que pudimos construir. Entonces creo que el liderazgo de guiar la construcción de espacio ha sido mi forma.

Desde tu experiencia, ¿cuál es tu visión del Chile de hoy y dónde necesitamos crecer?

–Yo creo que estamos en un pantano complejo. Hacen falta liderazgos distintos, pero también hay que crear las condiciones para que esos liderazgos surjan. Y no están las condiciones para que surjan los liderazgos porque la política, que es la que creo que tiene la responsabilidad de guiar el derrotero del país, está muy perdida, muy desconectada. No asume el cambio, ni las demandas, ni las temáticas, ni busca meterse al mundo digital. La política no asume que el mundo cambió en ese sentido, ha sido muy lenta. Entonces estamos en un momento muy difícil. 

¿Qué rol debería cumplir la sociedad civil para aportar al bien del país, en momentos difíciles, específicamente hacia la niñez?

–La sociedad civil debe desafiarse a trabajar en las brechas sociales de Chile, principalmente en la pobreza, que efectivamente afecta a los niños. Son temáticas que al no ser tocadas, hablan del desacople entre nuestra clase de dirigente o élite y el pueblo. Y la sociedad civil muchas veces empieza a caminar en el mismo camino que la elite y no se fija en las brechas. A mí me parece muy relevante poner de manifiesto las brechas en infancia, las brechas territoriales, digitales, de alfabetización, de pobreza, de infraestructura. La sociedad civil debería ir detrás de donde están esos problemas profundos y dejarle al mundo privado la innovación, la startups, las aplicaciones y esas cosas que finalmente quienes tienen el estímulo del lucro las crean no para generar soluciones masivas, sino para rentar. Nosotros tenemos un propósito. Son esas causas, estas brechas profundas, principalmente la pobreza, vuelvo a reiterar, que la sociedad civil debe ser protagonista.

Casi al cierre del programa, ¿cuáles son tus principales reflexiones o aprendizajes de todo el proceso y cómo lo proyectas a futuro?

–Partiendo por lo personal, me parece que ha permitido una reflexión permanente de cómo estamos haciendo las cosas y como yo estoy haciendo las cosas en mi espacio directivo. Nos da herramientas metodológicas importantes para ejercer el trabajo que hacemos. Y desde el punto de vista colectivo, he conocido a tremendas personas. Me parece que el programa ahí logra una diversidad importante. Es un tremendo aporte mostrarnos otros liderazgos que están empujando desde sus propias trincheras, sus propias causas, e intentar encontrar espacios comunes para hacer crecer la incidencia de la sociedad civil en nuestra sociedad y ponernos de acuerdo en cómo cambiar la perspectiva al ciudadano respecto de lo que hacemos, que no es caridad, sino que estamos involucrados en procesos de desarrollo. Ahí hay un hay algo importante que nos deja esta comunidad que se armó.