Integrante de la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga, la voz de María Jaraquemada se escucha cada vez más fuerte y de manera más frecuente para cuestionar los casos de corrupción. Y aunque mira con preocupación el momento actual, sostiene que su esperanza está en el cambio generacional: “la niñez es la que puede cambiar esta situación. (…) Tenemos que apostar todo a los niños y niñas. Todo, todo, todo”. 

Con una destacada trayectoria en el ámbito de la transparencia y la integridad, la abogada María Jaraquemada ha trabajado en los principales espacios donde se definen las reglas del juego democrático en Chile: hoy desde el Consejo para la Transparencia -del cual es consejera- y previamente trabajando como asesora legislativa en el Ministerio Secretaría General de la Presidencia. Además ha participado en diversas organizaciones de la sociedad civil, como la Fundación Ciudadanía Inteligente -de la cual forma parte del  directorio-, se desempeñó también en Espacio Público y Chile Transparente. En cada uno de ellos, explica, su desafío ha sido fortalecer el tejido institucional que garantiza la rendición de cuentas. 

En ese camino, Jaraquemada ha trabajado con un gran abanico de personas y ha debido desarrollar su propio sello a la dirección de proyectos de alta responsabilidad. “Hoy en día los liderazgos son más diversos. Y eso me encanta. Me gusta la idea de tener un abanico de liderazgos y no un molde”, comenta a pocos días de aterrizar en Santiago luego de una semana en Harvard donde cursó el programa Decision Making Leadership, parte de la formación que ofrece ser parte de la Comunidad de Liderazgo de Colunga que integra desde inicios de 2024, junto a otros doce agentes de cambio de la sociedad civil.

El liderazgo no es un modelo único ni jerárquico, sino un proceso dinámico donde la colaboración, la diversidad de perspectivas y el trabajo en equipo son esenciales. 

Desde que se bajó del avión, no ha parado. Su agenda suele estar bastante copada. Esta entrevista, de hecho, la hacemos al día siguiente de su participación en Tolerancia Cero,  donde reconoce que algunas de sus respuestas estuvieron influenciadas por lo aprendido en la pasantía en Estados Unidos.

¿Cómo definirías tu tipo de liderazgo?

–Creo que soy bien horizontal, colaborativa. Soy bien acelerada y tengo mucha energía. A veces me veo empujando los carros y haciendo cosas que quizás no me corresponden. Pero más que por un tema de no saber delegar o por no confiar, es porque a veces tengo exceso de energía y soy un poco apurete. Entonces me adelanto a los tiempos del resto. Y me gusta la frontalidad. Creo que por eso trabajo en temas de transparencia.

El programa de la Comunidad de Liderazgo Colunga es un recorrido en conjunto, en red. Desde tu punto de vista, ¿cuáles son los principales desafíos en tu área, en términos de liderazgo?

–Uno de los desafíos es lograr trabajar con personas que son diferentes a uno, personas que tienen agendas distintas, pensamientos políticos, ideológicos, de vida y lograr buscar el propósito en común y remar en conjunto. Porque lo más fácil es trabajar con personas parecidas a ti. Hoy en día, en el mundo y en Chile, estamos haciendo mucho eso. 

Y algo que todavía no sé bien cómo aterrizar, pero se comentó un poco en el espacio, es la cuestión intergeneracional. A veces pensamos que la historia comienza con uno, o que se está viviendo el momento más álgido. Creo que para uno ver cómo se apoya a futuro en el liderazgo, hay que ver cómo apoyarse en el liderazgo más consolidado.

Con el tiempo van cambiando muchas cosas, pero al mismo tiempo, los desafíos son similares. Creo que la forma exitosa de abarcarlos, se repite. No necesariamente hay que inventar la rueda. 

Maria Jaraquemada en el programa Decision Making Leadership, de Harvard

¿Qué viste en tu experiencia en la pasantía que consideras de valor para ti y para Chile?

–Primero, creo que estas experiencias sirven para levantar la cabeza. Uno a veces está muy metido en lo propio y piensa que son fenómenos únicos o muy particulares y es bueno salir y ver que hay cosas similares que están pasando en otros lados. 

Eres parte de la primera generación de la Comunidad de Liderazgo Colunga, ¿cómo le explicarías a otro de qué se trata?

–Bueno, lo tuve que explicar en Estados Unidos. Creo que el nombre está muy bien puesto, porque no es un programa de liderazgo, es una Comunidad de Liderazgo. Es decir, somos muchas personas que tratamos de buscar lo que tenemos en común dentro de nuestras diversidades de liderazgo, de personalidades y de causas, pensando en un horizonte común y que efectivamente queremos ejercer un rol, no sé si “líderes” es la palabra, pero liderar cambios y procesos sociales. 

Para mí la parte de la comunidad es lo que más me importa o lo que lo diferencia. Es un aprendizaje colectivo poner en común lo que podemos sacar juntos y que las diferencias que tenemos sean un aporte. Eso le da un valor agregado. Programas de liderazgo hay mil quinientos, pero comunidad, es el valor que creo súper relevante y que hoy en estos días, lo necesitamos más que nunca.

1era Generación Comunidad de Liderazgo de Colunga

Para ser parte de esta comunidad significa que alguien te refirió. Esto quiere decir que otros ven rasgos de líder en ti. ¿Cuándo te diste cuenta que ejercías un rol de liderazgo?

–Yo diría que hace 10 años atrás. En Ciudadanía Inteligente. Ahí no habían muchas jerarquías. Eso sí que era una comunidad, pero claro, había -por así decirlo- esta ‘jerarquía’ y yo debo haber estado en la tercera fila, y lo más abajo que había era la cuarta. En el fondo estaba un peldaño más arriba. Ahí diría que empecé a sentir por primera vez que se me miraba con algo de liderazgo y que yo efectivamente podía empujar ciertas cosas y tenía la energía y la capacidad de hacerlo. Pero fue muy natural, yo no busqué ser la jefa, no. 

Pero eso fue muy incipiente, muy de a poquito. Después vino todo lo que siguió después. Para mí ha sido una carrera bien ordenadita, no he pegado esos grandes saltos, lo cual a mí me acomoda mucho, porque creo que uno tiene que ir aprendiendo de cada experiencia e ir absorbiendo de los que están arriba de uno e ir madurando. 

¿Y qué significó asumir ese rol del liderazgo, a nivel personal?

–He estado tan bien acompañada y rodeada, que asumirlo fue súper cómodo. Obviamente a veces a uno se le generan inseguridades. Nos hicieron un test en la pasantía de Harvard, y yo salí con muy baja confianza, casi que para mandarme a terapia, pero claro, a veces me baja la inseguridad. 

Al principio, cuando estaba expuesta, o en mis primeras apariciones en medios de comunicación, yo no dormía. Ayer me pasó lo contrario, dormí súper bien la noche antes de Tolerancia Cero. Después de que llegué a mi casa, empecé como loro en el alambre y me desvelé pensando en qué debería haber dicho. Pero antes me pasaba al revés, por la noche anterior sentía presión, nervios e inseguridades. Creo que tuve mucha fortuna de estar rodeada de personas donde los egos no eran un tema, donde éramos un equipo, no era yo sola. Me sentí súper apañada y apoyada. Eso fue súper bacán.

A veces sentimos que el camino del liderazgo es súper solitario y en verdad no lo es, o no debiera serlo. Hay que apoyarse más en otros y en otras. Al final todas nuestras causas no van a avanzar si nuestro país no avanza. Y hoy, yo lo veo muy crispado políticamente, muy estancado.

¿Como experta en transparencia, cuál es tu visión del Chile de hoy y dónde necesitamos crecer?

–Está terrible el Chile de hoy. Medio deprimente, ¿verdad? Yo soy súper optimista en general, pero pucha, ha sido mucho este último tiempo. A veces siento que estamos en un punto de inflexión. Podemos salir muy bien parados de esto para el 2050 o no. Lo que me preocupa es que no sé si veo en los actores políticos, institucionales, que son clave porque tienen el poder, la responsabilidad necesaria para esto. 

Primero, creo que necesitamos una conciencia de que esto depende de todos. Esa cuestión de ‘es que la Marcela Cubillos, que el otro hace esto’, pero después damos factura en vez de boleta para descontar cuando no es un gasto de empresa, es la misma cuestión. Primero hay que hacer cuenta que no son ellos nomás los corruptos. No son ‘los otros’, sino que todo lo que hago día a día abona a eso. Si hago trampa o no al sistema, si estoy buscando mi beneficio personal o si estoy pensando en la comunidad. 

Creo que en Chile somos muy cínicos, nos encanta exigirle a nuestras autoridades que sean perfectas, que no cometan ningún error, pero nosotros adelantamos por la berma y pasamos licencia falsa. Es una cuestión de cultura de país, de qué queremos ser. Los nórdicos no le ponen torniquete al metro, no porque sean tontos, sino porque efectivamente ellos saben que si se saltan el torniquete están perjudicando a otras personas. Y eso es por una conciencia de comunidad que yo creo que en Chile no tenemos todavía. 

Lo segundo, es que hay que mostrar que aquí los actos tienen consecuencias. Lo peor que puede pasar es que veamos toda esta sarta de cosas y que después no pase nada. Yo relaciono mucho los temas de integridad y transparencia, con educar a mi hijo. Si yo le digo a mi hijo ‘no, no hagas eso’ y después, ‘ya bueno, no importa’, él va a entender que no es tan grave. Pero los actos tienen consecuencias. Si desordenas, tienes que ordenar. Si haces trampa, vas a tener un castigo. Eso es clave aquí. Los actos tienen que tener consecuencias y si son actos graves, consecuencias graves.

En momentos de crisis e incertidumbre, ¿qué rol debería cumplir la sociedad civil para aportar al país, especialmente en el bienestar de la niñez?

–Para mí, en estos temas, la niñez es clave. Lo comparo mucho con el tema medioambiental. Yo tengo 45 años. Cuando era chica, era muy común ver a las personas tirando botellas, basura de los autos y no pasaba nada. Hoy en día, pasa bastante menos. Es bien raro verlo y te puedes llevar una patada en el auto, una funa, o te puede pasar algo si lo haces. Y eso es un cambio que se hizo en menos de una generación y es por un tema de educación. 

Mi hijo, cuestión que me tiene ya chata, lo único que quiere es un compost y yo odio los gusanos y los bichos. Tiene una cultura medioambiental totalmente distinta a la mía. Y eso es un tema completamente de educación. Entonces, si nosotros pudimos hacer ese cambio en el mundo y en Chile, nosotros podemos hacer ese cambio también en temas de integridad. Porque básicamente la integridad es lo que implica vivir en sociedad. Yo vivo en comunidad, y por lo tanto, no busco aprovecharme de las situaciones particulares para beneficiarme a mí misma, si estoy perjudicando al resto. 

La niñez es la que puede cambiar esta situación, las futuras generaciones. Hay que educar en tener esa cultura de conciencia de comunidad y del bienestar de todos nosotros por sobre el personal. Puede ser un cambio. Y tenemos que apostar todo a los niños y niñas, todo, todo, todo. 

¿Y respecto al rol de la sociedad civil?

La sociedad civil tiene que tener una voz más fuerte. Hay que salir un poco de las causas que cada uno tiene y mirar la causa común. Levantar la voz y empezar a dar muestras de que se pueden tener distintos liderazgos, que se puede actuar de distintas formas, que se pueden dejar de lado las diferencias políticas o de muchas cosas. Uno tiene que empezar a mostrar, y no a disputarle los espacios a la política, porque esos son sus espacios, pero sí a tratar de permearla con otro tipo de conductas.

¿Cuáles son las principales reflexiones o aprendizajes que tienes casi al cierre de esta primera generación  de la Comunidad de Liderazgo?

–Tenemos que dejar que los árboles nos impidan ver el bosque. A veces uno tiene tanta pega, está tan metido en el día a día, que no mira la película o la foto completa. Tenemos que comenzar a ver hacia dónde vamos como país. Muchas veces lo que a uno le pasa, otros ya lo han vivido. A veces sentimos que el camino del liderazgo es súper solitario y en verdad no lo es, o no debiera serlo. Hay que apoyarse más en otros y en otras. Al final todas nuestras causas no van a avanzar si nuestro país no avanza. Y hoy, yo lo veo muy crispado políticamente, muy estancado.