En esta carta al director, Arturo Celedón, director ejecutivo de Colunga, explica cómo la crisis de seguridad está afectando a niñas y niños de manera transversal y llama a los tomadores de decisiones y a la comunidad a enfrentar este problema con un enfoque del bienestar de la niñez.
Agustina tenía 10 años. Vivía en la comuna de Maipú. Falleció la segunda semana de enero, cuando el auto donde iba recibió un impacto de bala. Un mes antes, otras cuatro niñas y niños murieron por encontrarse en fuego cruzado: Anthony (5), Mayra (13), Dilan (3) y Giordano (14). Víctimas de la crisis de seguridad, niñas y niños están viviendo su día a día bajo las balas: en 2022, 54 niños y niñas murieron en medio de crímenes de distinta índole. En 2023, 38 fallecieron en medio de balaceras y situaciones de violencia. Esto es un drama, pero es algo esperable dadas las condiciones de inseguridad de los barrios. Como nos ha mostrado Observatorio Niñez de Fundación Colunga a partir de la encuesta Casen 2022, del total de niñas y niños que viven en Chile, 11,3% lo hace en hogares donde ha presenciado al menos una situación de tráfico de drogas, balaceras o disparos en el último mes, cifra que se sube a 18,5% en el caso de niñas y niños que viven en hogares en pobreza multidimensional.
La crisis de seguridad está afectando a niñas y niños de manera transversal. En la medida que los tomadores de decisiones y la comunidad no la enfrenten con un enfoque del bienestar de la niñez, seguirán expuestos a una violencia constante y progresiva; seguirán sometidos a crecer e ir al colegio en barrios y zonas controladas por el crimen organizado; expuestos al riesgo de sufrir un desenlace fatal un día cualquiera y expuestos también al estigma creciente de vivir en barrios inseguros y a la temprana exposición frente a una cultura que valida la violencia y el conflicto con las normas como un mecanismo viable de integración.
La evidencia comparada nos muestra que los destinos de esas niñas y niños que hoy están acostumbrándose a vivir una rutina bajo balas pueden ser distintos. No es fácil, pero ellos tienen derecho a vivir en paz y nuestras autoridades deben ser más innovadores y valientes para asegurar ese piso mínimo para poder crecer. Es la sociedad en su conjunto la que tiene que reaccionar.
*Carta al director publicada en El Mercurio el viernes 25 de enero de 2024.