Instalada en Panguipulli desde hace veinte años, la directora del Teatro Educativo de las Artes de Panguipulli Pamela Calsow ha movilizado un equipo que sueña convertir este espacio en un lugar de excelencia para la formación, expresión y difusión de las artes y la cultura no solo en la Región de Los Ríos, sino que en todo el sur de Chile. Su mirada descentralizadora también está puesta en cómo desde las artes se puede influir en la formación de niñas, niños y adolescentes y, por eso, en el camino ha gestionado proyectos educativos y producciones locales y una programación artística permanente, de acceso universal, con obras multidisciplinarias desarrolladas por niños, niñas y jóvenes en conjunto con artistas de trayectoria.
De ahí que a principios de 2024 fuera elegida para formar parte de la Comunidad de Liderazgo Colunga, que busca la formación y articulación de líderes y agentes de cambio dentro de las organizaciones de la sociedad civil para maximizar su capacidad de impacto en las comunidades donde se desenvuelven.
¿Cuáles son los principales desafíos que ves en tu área de trabajo, desde el punto de vista del liderazgo?
–En el ambiente en el que yo me muevo, desde las artes o de la educación artística, el liderazgo está un poco en un desmedro con respecto a otras áreas, porque la enseñanza que te entregan es más limitada. A un artista le enseñan historia, qué sé yo, diferentes perspectivas, pero la parte gestión, la parte formativa, pedagógica o la forma de gestionar tu carrera, no te la enseñan dentro de la carrera. Creo que eso es una debilidad que cada vez se agranda más, porque se crea una brecha.
¿En qué se expresa esa debilidad de liderazgo dentro del mundo de las artes?
–En que un artista no se sabe postular a fondos o cómo gestionar, siendo que es algo súper fundamental, por ejemplo, vincular lo que uno hace con la comunidad. Creo que por eso hay una desvinculación tremenda: los artistas producen para artistas y el público cada vez es menos en la sala, porque no se siente vinculado. Eso hay que revertirlo. Algo súper sencillo que todos tenemos, y más el artista, es la creatividad. Y eso incide en el desarrollo emocional. Antes no era tema, pero hoy una de las primeras habilidades que hay que formar para el futuro es el desarrollo emocional.
Desde las artes y la educación artística, ¿cuál es tu visión del Chile de hoy y hacia dónde necesitamos crecer?
–Los tiempos están súper complejos y la humanidad está cada vez más débil. Como que el amor propio nos lo comimos, parece, porque cada uno se preocupa de uno y eso debilita profundamente las confianzas. Dónde crecer, desde mi trabajo, francamente creo que es en el desarrollo de las habilidades esenciales, que son cada vez más importantes. Lo acaba de decir el Foro Económico Mundial, que las puso dentro de las cosas que tienen que estar, sin embargo, cada vez están más silenciadas. Por eso, por lo menos desde lo que a mí me toca, mi idea es aportar desde ese desarrollo y dando acceso desde las artes para que otros puedan beneficiarse. Desde la educación también lo hacemos. Todo lo que nosotros hacemos (en el Teatro Educativo) está vinculado con la comunidad y creo que eso falta: que los colegios tengan abiertas las puertas de los teatros, los museos, que le preguntemos a la gente lo que quiere ver, porque algo tan simple, no lo es. Creo que se pueden hacer cosas de calidad, buenas, pero desde la misma comunidad. Y eso genera una mejor comunidad. Eso me mueve.
A veces no vemos lo que nos rodea porque lo damos por sentado, porque nos acostumbramos, y creo que poder mirar el territorio desde los ojos de cómo lo miran desde afuera ayuda a valorar lo que uno tiene
¿Cómo la educación artística puede impactar positivamente en la niñez?
–En la educación, las artes son profundamente esenciales. De hecho, James Heckman es un economista estadounidense que ganó el Premio Nobel de Economía en el año 2000 por demostrar cuánto impacta en el desarrollo de la economía un niño estimulado versus otro que no lo es, cuando tiene menos de 2 años. A un niño lo estimulas a través del desarrollo del apego, pero también a enfrentar situaciones que son miedos. Eso se suele dejar a la familia. Pero hoy día la familia está totalmente fragmentada y el niño probablemente lo crían en el jardín o la sala cuna. Ahí entran las parvularias que después de estudiar salen a cuidar guaguas, pero no a una, sino que a 20. Lo que yo planteo ahí es que hay que ver cómo estamos abordando realmente el desarrollo creativo, el desarrollo emocional de las educadoras o del sector que rodea este niño. Es fundamental aportar desde los jardines infantiles, las cunas, desde la primera infancia. Hoy día cuesta mucho que se mire para allá. Hay muy poco contenido. Se da un poco por sentado. Por lo mismo creé un programa que parte desde la sala cuna, porque creo que es fundamental. La creatividad full la tenemos todos hasta los seis, siete años, cuando el cerebro empieza a ver qué cosa utiliza, qué cosas no.
Hay muchas cosas que se pueden desarrollar desde el arte, que es un lenguaje muy personal. Si se entrega eso en una secuencia constante, desde que nace el niño hasta por lo menos los 13 años, puede que no aborde la violencia o el abuso, pero va a abordar un área que es fundamental, que es la fortaleza emocional, el control del miedo, que te ayuda a hablar también.
Desde tu perspectiva, ¿qué rol debería cumplir la sociedad civil para aportar especialmente al bienestar de la niñez?
–Lo primero que va a aportar es el deseo de aprender, porque a veces interesa más el manual del celular que el manual del hijo. Lo primero que falta es un interés sincero de la gente que toma decisiones por influir en la vida de los niños, la conciencia de que realmente influyes.
Alguien lo dijo, todos los seres humanos, como adultos, somos personas que estamos tratando de llevarnos bien con nuestro niño interior, o resolvemos o elegimos en torno a eso. Es fundamental que como adultos seamos conscientes de que la infancia te deja marcas y nos hagamos cargo de los futuros niños que van a ser adultos y la importancia de su proceso. Yo creo que lo que más falta es la voluntad de interés y dejar un poco el ego de lado. Mirarnos como instituciones que hacemos cosas parecidas y tener la capacidad de escuchar al otro, de aprender, analizar y ver quién te puede aportar más, menos y poder llegar a acuerdos, que cuesta también.
¿Cuándo te diste cuenta que otras personas te veían a como una líder?
–No sé si me ven como una líder, pero como que empujo, sí. Yo empecé muy chica generando cosas, entonces siento que siempre he hecho esto. Más que me sigan, o que me vean como líder, creo que me gusta trabajar en comunidad. Eso lo he hecho y por eso hemos podido desarrollar lo que hemos desarrollado. Poder trabajar con las comunidades de la misma forma que uno puede trabajar con empresarios, de la misma forma que puedes trabajar con profesores, es súper necesario.
Desde los 23 años, cuando me vine a Panguipulli, y no me conocía nadie, me escuchan, pero no sé si es por el liderazgo, sino porque creo que siempre busco tener una red de gente con la que empujemos juntos, aunque no sea mi idea o yo lo hice. Son necesidades que son humanas, todos las sienten, sólo que a veces no sabemos cómo canalizarlo. Yo ahí sí creo que siempre trato de buscar un canal.
Como parte de la Comunidad de Liderazgo hiciste una pasantía de formación en España. ¿Qué viste afuera que crees que es de valor para tu trabajo?
–A mí me encanta viajar, y lo que más me gusta de viajar, es que te descontextualiza. A veces no vemos lo que nos rodea porque lo damos por sentado, porque nos acostumbramos, y creo que poder mirar el territorio desde los ojos de cómo lo miran desde afuera ayuda a valorar lo que uno tiene. También ayuda a generar mejoras que no necesariamente son caras, sino que son mejoras prácticas, pero sustanciales, para ir profesionalizando el sector. Al sector social le falta eso: profesionalizarse. Se cree porque es “social”, es lindo, y no es lindo. Tiene mucha responsabilidad. Lo que más valoro de la experiencia es el tener herramientas prácticas para no solo mejorar yo y mi equipo, sino para aportar a la mejora con cosas simples pero prácticas.
Para participar en el programa de Comunidad de liderazgo en Colunga, alguien te tuvo que referir, que sugerir. Por lo tanto, ven rasgos de líder en ti. ¿Cómo ha sido el proceso de asumirte a ti misma, como una líder?
–Muy raro. Todo es muy raro en realidad. No me gusta salir en la prensa, no me gusta dar entrevistas (dice riendo), esas cosas no me gustan para nada. Siento que me exponen mucho. Pero sí me doy cuenta que si uno tiene esa posibilidad o te centras mucho en lo tuyo, puedes abrir un poco más la puerta o la ventana y puedes colaborar con otros al mismo tiempo. Eso me sirvió un poco de reflexión en la pasantía, el poder estar allá (fuera de Chile). Abstraerse un poco, mirar con otro ojos y realmente tratar de desarrollar cosas que puedan ayudar a otros. Eso es algo que a mí me convence, más que salir a defender algo adelante. Pero creo que uno tiene una responsabilidad con lo que hace y con lo que puedas hacer, entonces hay que hacerlo bien.
Sobre el programa de la Comunidad de Liderazgo de Colunga, ¿qué aspectos del programa rescatas?
–Yo diría que es una experiencia súper loca. Una tremenda oportunidad. Si bien trata de aportar en torno a lo laboral, me llamó mucho la atención la parte humana de su programa: tener la posibilidad de realmente soltar y encontrar un lugar seguro, donde a pesar de ser un grupo que no nos conocíamos, siempre hubo una confianza, bordes de confianza. Estuvieras o no de acuerdo con el otro, aunque no opinaras igual, siempre hubo respeto. Considero que formar un espacio real de confianza es súper difícil y aquí se logró. Realmente es una experiencia que te deja una huella.
El programa ya está llegando a su cierre, pero el plan es que entre quienes lo integran sigan trabajando juntos, como una red. En ese sentido, ¿cuáles son tus principales reflexiones y cómo lo proyectas a futuro?
–Hoy veo súper necesario aprender de otros. Y por eso cierro el programa súper comprometida. De hecho, armé todo un plan. Porque ser parte de la comunidad no puede ser gratis: que no te conozcan y te den una posibilidad súper grande, que te acompañen durante un año… uno tiene que al menos comprometerse a algo. En mi caso mi compromiso es desarrollar un paraguas o unificar organizaciones de la región y poder buscar puntos de encuentro donde podamos tomar decisiones concretas y trabajar en base a eso desde Los Ríos. Creo que falta harto trabajo real hacia las regiones, porque hay muchas cosas que pasan fuera de Santiago que tú las ves porque vives acá. Con la descentralización de la educación, la desmunicipalización, las organizaciones que ayudan, sobre todo en educación, hay que entregar posibilidades, apuntalar, apoyar, generar una red. Por lo menos mi meta es eso, armar una red.