Apasionado por el mundo social, quien entre 2015 y 2018 fuera Jefe de Gabinete de la Secretaría General de la Presidencia y luego en el Ministerio de Hacienda, hoy aplica su rol de líder en Sonrisas, organización que entrega salud bucal a niñas, niños y adultos vulnerables. Convencido de que Chile necesita ponerse de acuerdo y avanzar más rápido ante sus desafíos, asegura que para ello es clave forjar más liderazgos participativos. “Siempre he entendido que el liderazgo es un ejercicio colectivo. Yo no hubiese llegado a ninguna parte sin la gente increíble que me he topado en el camino”. 

Entre cerros de cajas apiladas, implementos odontológicos y retratos de personas con sonrisas que contagian, el sociólogo Raúl Valdivia trabaja sonriente. En medio del desorden -donde se nota cierta lógica- toma asiento en una de las salas de la oficina que comparte con un equipo que, al parecer, no descansa. Fundador y director ejecutivo de la fundación Sonrisas -organización sin fines de lucro, que busca dar solución a los graves problemas de salud bucal que afectan a los niños, niñas y adultos más vulnerables de Chile-, lleva ejerciendo roles de liderazgo desde muy joven. Comenta que desde su etapa escolar empezó a notar su capacidad para movilizar, influir en otros y organizar. 

Apasionado por el mundo social e incluso pasando por cargos públicos -entre 2015 y 2018 fue Jefe de Gabinete en dos ministerios: Secretaría General de la Presidencia y Hacienda-, hoy aplica su rol de líder en la organización que mueve su quehacer desde el 2013 y que en estos once años ha trabajado en más de 30 comunas del país, beneficiando a más de 25.000 personas de bajos recursos, “confirmando el cambio positivo que genera una sonrisa, al crear oportunidades, autoestima y calidad de vida”, comenta Raúl.

Sociólogo de profesión, describe el liderazgo como un viaje y un ejercicio colectivo. Hoy forma parte de la primera generación de líderes del programa Comunidad de Liderazgo Colunga, iniciativa que busca la formación y articulación de líderes y agentes de cambio dentro de las organizaciones de la sociedad civil para maximizar su capacidad de impacto en las comunidades donde se desenvuelven. 

Vienes llegando de una pasantía internacional en Harvard, que forma parte del programa de formación de esta Comunidad de Liderazgo de Colunga. ¿Qué cosas de lo que viste en ella fueron de más valor para ti y consideras que son buenos ejemplos para Chile?

 –La experiencia de la pasantía fue súper iluminadora, porque tuvo que ver con cómo somos líderes más efectivos. En ese sentido, creo que lo más relevante para el contexto en el que estamos fueron las preguntas sobre cómo lo hacemos, cómo tenemos mejores herramientas para llegar a mejores acuerdos, cómo logramos comunicar mejor para movilizar más nuestras causas y las agendas relevantes de Chile, y esencialmente, cómo tenemos una mirada más amplia que propicie acuerdo.

La Comunidad de Liderazgo Colunga lleva un año. En este recorrido que has hecho en red, junto a otras 12 personas, ¿cuáles has descubierto son los principales desafíos en tu área, desde el punto de vista del liderazgo?

–Yo diría que hay un desafío transversal que se aplica a lo que nosotros hacemos, que es cómo movilizamos agendas transversales, relevantes, que generen cambios de verdad que son necesarios para el país, pero está costando mucho movilizar. 

En particular, nosotros trabajamos generando sonrisas. Trabajamos en el tema de salud bucal, que es un tema ignorado por décadas en Chile. Carece de financiamiento, las familias viven mucha angustia porque no pueden acceder a prestaciones que son estratégicas para poder vivir bien. Pese a eso, a que hay evidencia y es un problema conocido por décadas, sin perjuicio de aquello, no se mueve y cambia muy poco. Te diría que ese es el gran desafío. Movilizar transformaciones de verdad, que muevan la aguja, que estén basadas en evidencia, que congreguen a muchos actores, que entusiasmen a mucha gente y que terminen impactando la vida de las personas que están postergadas y que no pueden vivir la vida que quieren, porque no tienen las oportunidades.

El liderazgo es un viaje continuo, uno puede tener ciertas precondiciones, pero son un conjunto de habilidades que tienes que desarrollar todo el tiempo, porque los desafíos son cada vez más complejos, las generaciones cambian y los desafíos liderazgos también son cada vez más difíciles. 

¿Cómo puede mejorar la salud bucal en Chile?

–Esto lo hemos estudiado mucho, viendo modelos internacionales, nuestra propia experiencia de once años trabajando, nuestra evidencia cuantitativa y cualitativa. Acá hay dos palancas. 

Una palanca grande es la política pública. Chile tiene una restricción en el acceso a la salud bucal tremenda. Se estima que en torno al 70% de la población no tiene acceso real a la salud bucal. Eso por restricciones financieras y por la baja provisión de servicios en el sector público, donde se atiende la mayoría de la población. No existen programas suficientes para la población y tampoco mecanismos de financiamiento, como lo hay para otras prestaciones que están cubiertas por Fonasa, donde la gente puede atenderse en prestadores privados, con cobertura del Estado y con protección financiera. En el caso de la odontología, eso no existe. Hay un par de programas muy acotados, pero en general cada cual se las arregla como puede. 

Entonces tenemos este gran problema de política pública y de falta de acceso. Han habido muchos rezagos en sucesivos gobiernos, que no le han dado la importancia a un asunto estratégico como este, que suele mirarse desde la perspectiva más sanitaria, odontológica. Pero la verdad es que toda la evidencia demuestra, y cada vez más contundente, que tiene implicancias para la empleabilidad, institución social,  productividad, efectividad, relaciones sociales, o sea, un conjunto de resultados sociales que todos deseamos, pero que están bloqueados por la falta de acceso. 

La segunda palanca relevante es la cultural o educativa. En Chile tenemos un desafío donde como personas también somos corresponsables de propiciar las condiciones para vivir mejor. Ahí hay una brecha educativa relevante. Este es un caso clásico: abuelita sin dientes y mamá sin dientes que probablemente va a tener una nieta sin dientes cuando sea adulta. Hay un patrón cultural que hay que modificar por la vía de la educación y la concientización, que es una pega clave de la fundación Sonrisas. Ahora la cosa es que ambas palancas, la política pública y la autogestión de las personas o su propia capacidad de agencia, vayan de la mano para que podamos generar el cambio.

Para participar en la Comunidad de Liderazgo no se postula; para ser parte de ella el primer paso es que distintos líderes refieran tu nombre. Eso significa que varias personas han visto rasgos de líder en ti. ¿Cuándo te diste cuenta tú que otras personas te consideran líder?

–Mira, bien joven. Bien joven me fui dando cuenta que tenía ciertas capacidades para movilizar, para influir en otros, para organizar. Lo empecé a ver a nivel escolar. Me tocaba estar dirigiendo cuestiones, estar a la cabeza de los cursos, de directivas y eso también pasó después en mi trabajo universitario. Siempre me apasionó el mundo social y después trabajé mucho en el mundo público, donde me ha tocado también tener cargos de liderazgo. Y creo que cuando uno tiene ciertas capacidades, se tienen que ir puliendo siempre. El liderazgo es un viaje continuo, uno puede tener ciertas precondiciones, pero son un conjunto de habilidades que tienes que desarrollar todo el tiempo, porque los desafíos son cada vez más complejos, las generaciones cambian y los desafíos liderazgos también son cada vez más difíciles.

¿Esa capacidad de liderazgo es innata en ti o la has ido construyendo por cierto contexto? 

–Creo que efectivamente uno viene con un cierto set de capacidades, pero es un viaje. El liderazgo es un camino que es de crecimiento y también un camino de compromiso. A veces es mucho más fácil no liderar, porque requiere cuotas de valentía y de compromiso que a veces son incluso excesivas para uno mismo. Requiere una formación permanente, exponerse a muchas cosas. Siempre he entendido que el liderazgo es un ejercicio colectivo. Yo no hubiese llegado a ninguna parte sin la gente increíble que me he topado en el camino, con los que hemos construido mil cosas.  

Hoy en Chile estamos en diversas encrucijadas: crisis medioambiental, económica, crisis de confianza en las instituciones. ¿Qué rol crees que debería cumplir la sociedad civil para aportar al país, especialmente al bienestar de la niñez, que es el eje motor, el corazón de Colunga?

–A nivel país, estamos en un momento donde nos está costando demasiado avanzar en las agendas que son relevantes. Estamos en un cierto estancamiento, con dificultades relevantes de ponernos de acuerdo, con dos procesos constitucionales fracasados hace nada. La incapacidad de Chile de ponerse de acuerdo y de avanzar en agendas relevantes que cuenten con evidencia, es una cuestión bien preocupante. 

Desde ese lugar, yo creo que la sociedad civil tiene un espacio gigantesco para hacer puente, conectar actores, hacer un espacio legítimo que propicie el encuentro y que no sea un encuentro estéril, sino que sea espacio para avanzar. Esencialmente, creo que hay un rol de conectar, de articular. De empujar agendas que son fundamentales con una valentía relevante y con una medida transversal. Y por último, poner al servicio las mejores prácticas que ya existen. No quedarnos encapsulados, sino buscar cómo las ponemos al servicio de los avances que se necesitan.

¿Qué aspectos tuyos consideras que has fortalecido a través de la formación que ofrece la Comunidad de Liderazgo?

–Estuvimos trabajando habilidades de comunicación y, aunque eso parezca trivial, el liderazgo es mucha comunicación para adentro y para afuera (de tu organización). En un mundo hipersaturado de información, con muchas causas dando vuelta, mucha gente, muchos mensajes, creo que es cada vez más clave destinar tiempo, energía y capacidad a que nuestras causas y nuestras agendas estén lo mejor diseñadas posible desde el punto de vista comunicacional, tanto nuestras propias vocerías, como desde nuestras campañas, nuestros mensajes, lo que sea, para que de verdad se conecten con la gente. Lo damos por descontado y no es así. Y las alertas más importantes que me traje son en la organización y el sistema de toma de decisiones dentro de nuestra organización: cuán consciente estamos de nuestros sesgos, de los procesamientos automáticos que a veces tenemos para tomar decisiones, porque siempre lo hemos hecho así, porque es el dato que tenía, porque me dijeron o porque es lo que me llegó. Mi pregunta ahora es cómo avanzamos hacia procesos de toma de decisiones mucho más basados en evidencia, en procesos colectivos de discernimiento, cosa que nosotros tengamos las cuotas suficientes de humildad como líderes, de que obviamente no lo sabemos todo y que estamos también sujetos a una cantidad de sesgos de los cuales no muchas veces estamos conscientes. 

–Esta es una comunidad donde se han encontrado hombres y mujeres diversos, que están conectados porque, desde sus distintos roles en la sociedad civil, han impulsado cambios o agendas en distintos temas. Somos diversos etariamente, políticamente, regionalmente, pero todos tenemos una mirada de transformación y entendemos que este país es increíble. Chile está lleno de gente, hombres y mujeres maravillosos que merecen mejores oportunidades y ese cambio, ese avance, tiene que ser más rápido de lo que está siendo. Nos conecta un deseo de avanzar hacia una sociedad diferente, que sea más solidaria, que sea más inclusiva y que brinde mejores oportunidades, especialmente a niños, niñas y adolescentes, que es un espacio que conecta mucho a todos los que estamos ahí.

Tu generación en la Comunidad de Liderazgo Colunga es la primera y está pronta a terminar su ciclo de formación. En este año de trabajo juntos, ¿cuáles son las principales reflexiones que te ha despertado ser parte de este grupo?

¿Qué reflexiones ha despertado en mí? Primero, un proceso de apertura. A veces nuestras pegas y nuestros desafíos son grandes y nos tienden a encapsular. Entonces ha sido una oportunidad tremenda para estar en un diálogo abierto con un grupo de gente súper interesante, que me ha abierto muchas perspectivas. También me ha gatillado mucho más la ambición. Hay gente tan potente haciendo cosas grandes, muy valientes, que a veces uno dice ‘oye, podemos un poquito más, o demos la vuelta por este lado, o mira qué interesante lo que se está haciendo por acá’. Creo que el programa ha sido un espacio de colaboración muy genuino, de impulso entre unos y otros, entre pares. También ha sido un espacio para mostrar nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad, que a veces nos cuesta mucho mostrar y encontrarnos con los desafíos y problemas que tenemos siempre. Nos ha hecho florecer y nos ha hecho activar la fuerza y las ganas por ser un aporte mayor a Chile o al contexto en que quieras estar. Esta comunidad ha logrado nutrirnos, dotarnos de una red de apoyo, de aprendizaje, fortalecer nuestra ambición y al menos en mi caso, fortalecer también las ganas de aportar lo más que pueda.