Socióloga, planificadora urbana y PhD. en Sociología del London School of Economics, Rosario Palacios ha dedicado gran parte de su carrera a vincular a los niños y niñas con sus ciudades. Su interés radica en hacerlos participar en el diseño de los espacios públicos para hacerlos protagonistas de un lugar que habitan, muchas veces, como meros espectadores. Para ella, esto no debería ser así.

En el mundo real estamos llenos de rejas para que los niños no salgan en bicicleta a la calle, y no los vayan a atropellar. Los niños no caminan al colegio porque los padres se aterran de que lo hagan. La libertad de los niños para circular por la ciudad se ha ido perdiendo, y nuestro momento social y político tampoco está ayudando”, relata Rosario Palacios.

Su idea es potenciar las capacidades creativas de los niños y niñas para que ellos mismos diseñen espacios reales. La forma y materialidad, dice, se puede ir ajustando en el camino. Lo relevante es entregarles espacio para que entreguen su punto de vista y sean parte del diálogo -uno intergeneracional- sobre el modo de hacer ciudad. Es por eso que, actualmente, encabeza el Diplomado UC de Metodologías Participativas para la Investigación y el Co-Diseño de Proyectos con Niñas, Niños y Adolescentes que partió su primera versión en abril de este año.

¿Alguna vez alguien te ha dicho que es una locura que la niñez diseñe sus propias plazas?

Es bien extraño porque no se les pasa por la cabeza la participación de niñas y niños en sus espacios públicos. La gente no lo tiene ni siquiera considerado como una posibilidad. Es más bien una activación de lo que los adultos han planeado para ellos.

¿Por qué?

Chile es bien mandón y poco innovador. Estamos demasiado lejos de pensar que los niños tienen siquiera agencia en estos temas. En ese sentido, se entiende la niñez como un estado menor del desarrollo –bajo una idea muy evolucionista del ser humano–, pero ellos no son menos personas que los adultos. Son “otras” personas, que es distinto.

¿No es que lo encuentren descabellado?

Muchas veces, en los intentos de darles participación, las y los niños pasan colados como ‘decoración’: son los que sostienen la bandera, los que llevan las flores, o quienes hacen el baile para una inauguración. ‘Amononan’ una actividad, pero no la deciden y muchas veces tampoco tienen idea de qué están haciendo ahí.

¿Por qué a los adultos no nos ha interesado su opinión?

Hay mucha sobreprotección y eso se da porque, gracias a las redes sociales, ahora sabemos más sobre los peligros del mundo: crímenes, abusos. Por ende, los niños están más encerrados en sus casas, y estos temas de seguridad están haciendo que pierdan autonomía.

¿Será que estamos tomando de forma errada el concepto de “seguridad”?

Un súper buen argumento para las personas temerosas de entregar un espacio de participación a las niñas y niños, es que justamente en darles ese espacio, se les otorga seguridad, porque aprenden a ir probando cuáles son sus capacidades, sus límites, sus gustos, sus opiniones. El mundo adulto hay que aprender a habitarlo y eso no se hace de un día para otro.

A veces las plazas están vacías, sin niños, ni adultos.

Por lo mismo: se ve el espacio público como algo inseguro. Y también está el tema de la privatización. Los espacios de entretenimiento también se han privatizado: en lugar de poner una cama saltarina en una plaza, se colocan varias dentro de un centro comercial, donde hay que pagar por cada hora que se use.

¿Es factible incluir sus ideas en diseños reales?

No es para nada imposible, y de hecho una vez que los adultos vean los diseños que las niñas y niños escogen, ellos pueden ver qué es lo que efectivamente se puede hacer y negociar. Con elementos muy simples, se puede sacar la esencia de lo que los niños quieren hacer en ese espacio. Quizás sus dibujos son sofisticados, pero a lo mejor con un elemento pequeño podemos llegar al mismo resultado en términos de experiencia. La materialidad y la forma va a ser distinta, pero a nivel de experiencia va a ser lo mismo. Por eso es importante la participación y la conversación, preguntarles qué quieren hacer con las cosas que eligen o dibujan. Se puede ir explorando y es muy entretenido ver cómo las niñas y niños van siendo flexibles y re imaginando todo.

¿Nos estamos perdiendo de oportunidades al no hacer partícipe a la niñez de estas creaciones?

Sí. Estamos teniendo espacios públicos aburridos que hacen la tarea de cuidado incluso más difícil, porque cuidar a un niño aburrido y que no se encuentra a gusto, es mucho más complicado.

¿Qué otros espacios podrían diseñar niñas y niños?

Si lo pensamos, pasan mucho tiempo en lugares de tránsito, y eso es porque acompañan a hacer trámites. Hay que fijarse: están en todas las salas de espera, en la cola de la feria, en los buses del transporte público. Tienen que vivir el espacio adulto como compañía y no como protagonistas, y resulta que cuando los espacios de espera se transforman en lugares de juego o dinámicos, la vida del adulto es mucho más fácil y sana. Es tan sencillo como poner un par de bloques al lado de una escalera en un hall y los niños puedan estar dos horas ahí escalando o moviéndose.

¿Se les está ignorando como parte de la ciudadanía al no plantear espacios que sean inspirados en la niñez?

Exacto, y lo más grave es que también nos perdemos de la oportunidad de que vayan aprendiendo a conversar, vivir en democracia, discutir, decidir y ceder también. Participar no es necesariamente hacer. Ellos pueden dar su opinión y querer 10 canopys en la plaza, pero al final se va a hacer uno, y más bajito de lo que querían, mientras que un grupo de adultos puede querer hacer un edificio de 10 pisos, pero deben atenerse al plan regulador.